martes, 31 de mayo de 2011

Del valle a las estrellas

Sentía el sonido de su pelo haciendo presión contra la almohada. Sonido a húmedo. "No otra vez" pensó. Abrió los ojos y le dolían demasiado los ojos. Borroso, algo sólido y también húmedo en su cara. Legañas y una mezcla de moco con lágrimas. Cerró fuertemente los ojos para dejar escapar unas últimas lágrimas recordando la noche anterior. Cambió de lado mirando hacia la ventana y sintió como si de la nada, todos esos recuerdos se hubiesen esfumado. "Santiago", pensó suspirando.

Vió la hora. Diez de la mañana. La preocupación empezó a invadirla y se esfumó de un porraso cuando pensó que ahora podría ir a buscar a Santiago. Muy temprano era de todas maneras, prendió el iPod sin saber que hacer exactamente. "Yo no estoy a la edad para estar regresando, esa no es mi generación". Vió el botoncito del Facebook y Skype pero decidió no tocarlos. Nuevamente, recuerdos. "Eres igual, felicitaciones". Tocó el botoncito de las corcheas. "La jodiste, tú la jodiste". Punzadas en el corazón, empezó a temblar y a buscar rápidamente una canción, como si algo la esté acechando y encontrar esa canción sería su guarida. "Desde el valle hasta las estrellas". Los sonidos suaves, casi celestiales, como si fuesen desde las estrellas, empezaron a adormecerla. "Será como un Windows en modo prueba de fallos, te lo prometo. Ahora sí tendré dignidad". Sabía que ahora sí estaba totalmente sola. Su mejor amiga le había hecho prometerse a ella misma, por dignidad, que sería la última vez que acuda a ella llorando, incomprendida, dolida. Si le contaba lo que sucedió en la noche, todo sería peor. "Dirás eso, pero dentro de unos días volverás una mañana llorando a mi cuarto pidiéndome ayuda". La música no le hacía efecto. "¿Lo perdonas y todavía quiere que le termines? Definitivamente no te sabe valorar, no sabe cuidar lo que tiene. ¿Qué haces luchando en vano?"Nuevamente, el rostro mojado, primero la nariz. Intentaba contenerse, pero el dolor así era más profundo. "No llores, muñeca, te prometo que te sacaré a todos lados, iremos a comer, comprar y si quieres hacemos lo que más te gusta, viajamos. ¿Recuerdas cuando a veces te sentías muy triste y yo te sacaba a todos lados para olvidar esas cosas? Podemos hacerlo ahora, haz las cosas por 'lo sano' y serás como antes. Ay, muñeca, por qué tienes que pasar estas cosas, nunca te debió haber tocado esto, me duele tanto verte así..." Ella no quería comer, no quería comprar ni tampoco viajar. Todo ese tiempo lo usaría para estar con él, con Santiago. Las lágrimas nuevamente la inundaban, era un desastre. Ni tenía voz para sollozar porque lo que le quedaba, se le fue la noche anterior. Recordó las únicas frases sabias de otra de sus amigas que pocas veces escupía cosas cuerdas, maldita, pero esa vez acertó, pero, pero ... ¡Cállense todos! Nadie conocía a Santiago, nadie lo conocía por completo. Algunas personas eran tan superficiales que solo se fijaban en las cosas malas o las buscaban, como siempre, y no porque Lola las contaba, sino por mero asombro que Lola, sí, Lola Barcelona sea tan, tan, ella y a veces hacía cosas que uno jamás se las esperaba. Los que conocían las cosas buenas de Santiago, por su lado, no sabían las cosas malas. Al fin y al cabo nadie lo conocía. A veces Lola pensaba que era muy egoísta de su parte pensar que ella era la que lo conocía a la perfección. Pero no. O sea sí. Quizás lo conocía a la perfección, personalidad, pero no todo lo que había formado esa personalidad tan explosiva y a la vez tan apasionante que la volvía loca. "Cuanto tiempo perderemos para conocernos y reconocer" Quizás no era necesario saber qué había detras de todo eso, siempre, mientras que no haya mentiras ni omisiones detrás de eso.

Se paró, se secó las lagrimas. Se hubiese sacado el corazón pero no pudo. Se cambio uno de esos vestidos que a ella le encantaba con sus leggins rotas de siempre. Se puso las botas, se amarró el cabello que estaba mojado y sucio por la noche anterior. Fue al baño y estuvo ahí por largos minutos remojándose los ojos. Se alistaba para su viaje a las estrellas. Volvió a su cuarto, prendió la computadora y continuó escuchando música poco entendible. "Me puedes dejar en la esquina/donde me encontraste/me puedes dejar". En su espejo rosado, veía como poco a poco se le acumulaban las lágrimas en cámara lenta al ritmo de la música. Parecian lentes de contacto a punto de salirse. Deseaba que tragar esas lágrimas fuera tan fácil como tragar saliva. Continúo maquillándose. Temblaba. Decidió ponerse solo delineador negro. Fortísimo, ya que se le corría de un lado a otro por los sollozos. Recordaba todas esas frases que se le venían a la mente para decirle, pero no se las dijo esa noche porque por skype o por facebook, simplemente no era lo mismo. Lo tenía más que comprobado. Cuando le decía cosas duras que a ella también le dolía en persona, él la miraba y la abrazaba. Cuando se las decía por skype o por facebook, simplemente le decía que la había jodido. "Cuando te saqué algo en cara, bésame; y cuando tu lo hagas, yo te besaré." Sabía lo que le tenía que decir hoy, quería apuntarlo, pero no. Son esas frases que les salen espontáneamente cuando le hacen daño. Porque como decía su profesora de Literatura, el dolor trae esperanza.

Metió algunas cosas en su cartera, lo de siempre: iPod para ese largo trayecto, billetera, dinero, celular malogrado y esta vez, por qué no, una cámara. "Me quedo porque no te puedo dejar así". No le dijo nada a su madre esta vez, simplemente agarró las llaves, le puso ese llavero que él le dio ese mismo día que él la miraba con los ojos rojos diciéndole que lo que él sentía era mínimo comparado a lo que ella sentía. "¡A veces parece que lloras a propósito para que me quede! Tu no entiendes nada." No era lo que ella sentía, era que por más que parezca una excusa absurda, era el verdadero fundamento que le daría cualquier psiquiatra o psicólogo. Su incapacidad para superar ciertas cosas, que quizás, no debió haber vivido a esta edad o quizás, nunca. Admiraba su capacidad para superar ciertas cosas, admiraba su madurez. Pero no es ningún chico de dieciocho afrontando cosas difíciles, es la edad en la que uno ya sabe afrontar ciertas cosas de la vida. Ella lo sentía tangible, punzadas verdaderas, porque no andaba preparada para esas cosas. "Tú que ibas a saber, bueno, al final, uno tiene que vivirlo, pues." Ella solo esperaba esa comprensión, que él muchas veces le prometió y ella también le daba esa comprensión a la incomprensión impulsiva como la de la noche anterior, pero en esa incomprensión impulsiva, habían disparos. Disparos por un disparo que nisiquiera era disparo, sino un maullido, de una gatita asustada, con miedo de confiar y desilusionarse nuevamente. "¿Cómo quieres que olvide tu pasado si tu también vivías en él, reflejando en mi a ellas a cada rato?"

Salió a la calle sin saber bien que hacer. ¿Izquierda o derecha? Izquierda, el camino que su madre le decía que jamas lo tome cuando esté sola, nisiquiera apurada. El camino que él también le había dicho que jamás tome. Era hora de ser desobediente. Al menos por ahora. "Pensé que eras tú, pero me he dado cuenta que no eres tú." Caminé, cruzó la calle rapidamente. Caminó contra la larga pared blanca que siempre le hacía recordar a The Wall de Pink Floyd. "Créeme por favor, bubita y no me dejes de amar." Sonrisas al recordar ese susurro tan cómplice al sueño. "Gracias, ah. Hazme recordar de que nunca vuelva a mostrar lo que siento." ¡Mierda! No llores en la calle, Lola. Lola pensaba una y otra vez, por qué le dijo eso. "Por favor, anda a dormir, no te quedes, solo haz hecho que me ponga peor." Ella sabía que nunca era bueno hablar cuando uno andaba con la cabeza caliente. Caminaba, caminaba. "¡¿A caso te he tratado mal?! ¿Si, no? Pues entonces, discuuuuuulpame." Ese tono tan sarcástico e hiriente, como cuchillazos. Lolita, Lolita ¿de quién escapas? Él, con su madurez, era obvio que cuando ella le muestre esa inseguridad y desconfianza, él estaría ahí, como esa vez, susurrándole que confíe nuevamente en él, alejando todos sus temores. Pero no, comprensión a la incomprensión. Comprensión a la incomprensión. Comprensión a su inmadurez. Comprensión a sus diecisiete años. Comprensión a lo que él mismo había causado. "Hubieses pensado en las consecuencias..." Caminaba sin parar, cada vez más rápido. El celular le vibraba. "Solo quieres vengarte, solo quieres eso." Prácticamente corría. "Es diferente la venganza al dolor y al resentimiento." No quería más. "Primero escúchalo, Lolita, ya de ahí sabrás que hacer." Ya era demasiado. "Si los angeles son tan terribles, ¿por qué los tienes?" Corre, corre. "Eres igual, felicitaciones." Corre, Lola, Corre. "Eres perfecta, eres mi ángel. ¿Por qué eres tan bonita?" Ahora el muro blanco parecía no tener fin. "Por favor no me eches la culpa, es lo que menos necesito ahora...no es algo que lo quiero hacer por atacarte...por favor, anda a dormir." El muro blanco no tenía fin. "¡Termíname! ¿Por qué no me terminas?" Se alargaba cada vez más. "Pensé que la ibamos a pasar bien hoy, la jodes." ni veía lo que pisaba. "¿Qué estoy haciendo?" Todo estaba borroso. "Recupera tu amor por ti misma, Lola." Ya no había vuelta atrás. Nunca el camino al paradero había sido tan largo. "¿Qué le sucede a Lola? Ya ni te consideras bonita, ¿dónde esta todo su autoestima?" Lola decidió cerrar los ojos "Cuando uno se equivoca, nos equivocamos los dos." y caminar sin ver, sin ver hasta llegar al final. "Yo siempre te voy a perdonar, no importa lo que hagas...te enseñaré mi mundo a colores y con lomos."

Corrió, sin pensar. Llegó al paradero más rápido de lo esperado. Cruzaba la calle sin ver, solo miraba sus botas plomas que ya estaban rotas y viejas. Nunca escuchó ese carro, nunca sintió ese golpe, nunca se sintió caer. ¡Pum! El freno sonó estridentemente. Salió volando y cayó de golpe. Eran de esos carros que los llevaban al fin del mundo, al paraíso.

"Nunca me dejes de amar, Lola, nunca. Nunca me dejes"

...

"Del valle a las estrellas"

Corazón latiendo fuertemente. Sentía el sonido de su pelo haciendo presión contra la almohada. Sonido a húmedo. "No otra vez" pensó. Abrió los ojos y le dolían demasiado los ojos. Borroso, algo sólido y también húmedo en su cara. Legañas y una mezcla de moco con lágrimas. Cerró fuertemente los ojos para dejar escapar unas últimas lágrimas recordando la noche anterior y ese sueño extraño. Cambió de lado mirando hacia la ventana y sintió como si de la nada, todos esos recuerdos se hubiesen esfumado. "Santiago", pensó suspirando.

Por favor, déjame dormir. Déjame viajar del valle a las estrellas.

2 comentarios:

  1. que hermoso, mas aun leerlo con la cancion en tu playlist. no negare q me meti en el personaje y termine como termina y comienza tu historia: con el rostro humedo.

    felicitaciones por tu sabia mezcla entre imagenes, palabras y musica, sigue asi.

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  2. Si tú dices ser Lola, solo me queda decirte que eres una masoquista. ¿Qué esperas? Tú sabes muy bien qué tienes que hacer.
    De lejos, uno de tus mejores posts. Tu profesora de Literatura no se equivoca.
    Muy enternecedor y sublime. Sería bueno que el tal Santiago vea este post y todo el blog. Ese corazón de piedra, se le ablandaría cuando lea todo lo que escribes. O mejor dicho, quizás empiece a tener corazón.

    Mucha suerte, Lola.

    X.

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