jueves, 5 de noviembre de 2020

Caer en cuenta

Decía que me gustaban los mayores. Qué peligrosa era esa frase y vaya que me trajo tantos problemas en mi adolescencia y temprana juventud. Hay días que no paro de sentirme culpable de mi ingenuidad de ese momento. A veces me flagelo a mí misma pensando, "¿me gustaba que me manipulen?", "¿me gustaba estar sujeta a una relación de poder?". Y lo peor de todo es que no fue una sola vez, parece que fueron dos, ¿o más?.

Recuerdo mi primera clase contigo, tenía 19 años creo. Algo me hizo ruido, tus comentarios. Recuerdo que me acerqué a ti para preguntarte un par de cosas, y me ignoraste, o eso creí yo. Poco a poco me empezaron a gustar más esas clases, tus clases. Pasó el tiempo, y me gustaron más tus clases. Pero igual algunas cosas me hacían ruido. Ahora pienso que hay que aprender a escuchar ese ruido, no ignorarlo. No sé bien cómo inició la cuestión de conversar todas las semanas juntos. Yo estaba contenta, me sentía validada, valorada, dentro de mi ser lleno de inseguridades y confundida por tantas cosas. Recuerdo haberte visto con los ojos llorosos en alguna oportunidad por contarte algo que me movilizaba. Recuerdo que me contaste como la conociste a ella en la facultad de Ciencias Sociales, mientras me mirabas y era como si casi me describieras a mí. Pensé que podía ser coincidencia, pensé que podía ser yo haciéndome ideas. Recuerdo ese momento como si fuera ayer, escuchando las voces a lo lejos de las personas en el jardín, un ruido ambiental. El sonido de los pájaros y yo sintiéndome como si me hiciera agua en la silla donde estaba sentada. Trato de recordar como estaba vestida, probablemente horrible con los escasos recursos que tenía en esos momentos a comparación de ahora. Creo que también sentí mariposas en el estómago. Pero también recuerdo sentir que algo no estaba bien. Ahora que me encuentro en tu lugar, yo jamás haría algo así. Recuerdo también cuando me quisiste abrazar efusivamente, y yo sentía que algo no estaba bien conmigo porque yo era la fría, la parca. Recuerdo que me observabas, que seguías mis pasos, como tú mismo has dicho. Pero no, yo no era la única, tú eras de esos que sabías que todas nos volvíamos locas, y hacías cosas para mantenernos así. Pero recuerda que para nosotras se mantiene en lo platónico y en la admiración, ¿y desde el otro lado cómo lo percibes? Pues, es poder y manipulación. Ahora de la nada estamos distantes, ¿será que me tienes miedo? ¿será que tienes miedo que racionalice todo? ¿será que tenías miedo que llegue este momento? Pero no te preocupes, que aún tardo en clasificar esos momentos, quedan aún en la ambigüedad, me cuesta creerme a mí misma. Pero te aseguro que la burbuja ya se rompió. 

Unx no sabe tantas cosas a los 12 años. Tampoco a los 16 años, ni a los 18 años y seguí sin saber nada a los 21 años. Ver cosas en retrospectiva, ya adulta y con otra forma de pensar, duele. Solo queda abrazar a mi yo niña/adolescente/joven interior y anterior. Y sanar. ¿Cuántas más estarán como yo? 

Y como dice Ana Tijoux, yo reafirmo que mi rabia proviene del dolor y mi lucha florece del amor. Porque en todas ustedes, me veo yo. Les creo, te creo, me creo. 

miércoles, 1 de abril de 2020

Han pasado muchas cosas...y ahora un virus


Este blog está a punto de cumplir diez años. Diez años de montaña rusa con subidas y bajadas. De logros y decepciones. Pero dento de todo, de mucha vida, creo yo. Comenzamos el resumen de lo que fue la década pasada.

Tuve una relación desastroza y abusiva al que dediqué varios posts. Tuve una depresión fortísima y tuve que estar medicada por varios meses. En ese entonces no creía en la terapia. Bajé de peso y fumaba mucho. No sabía tomar alcohol, siempre vomitaba. Salí con un chico que me gustó desde el primer día de clases de la universidad y no funcionó. Seguí con la maldita depresión. Conocí a alguien con el que estuve 1 año clavado, una relación no tan desastroza pero que tenía un destino final. Jalé dos cursos, me prometí a mí misma jamás volver a jalar. Y desde ese entonces, me volví más chancona que nunca. Tanto así que gané varios premios a lo largo de mi carrera, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. Tenía que ser la mejor, creía yo. Tenía que ser capaz de hacer todo, y todo hacerlo bien, me decía. Tenía que, tenía que, tenía que. Decidí ser antropóloga, decidí ser "la mejor versión de mí misma". Subí de peso, subí de peso, subí de peso.

Retomé el contacto con una gran amigo de la infancia y adolescencia. Lo fui a ver al extranjero y decidimos comenzar una relación que hasta ahora lleva 7 años. Subí de peso y decidí bajar de peso. Bajé de peso, bajé de peso, bajé de peso. La cuerpa vivía llena de juicios e insultos de las personas que supuestamente me querían. Insultos de mí misma. Me obsesioné con bajar de peso, con las dietas, con las sentadillas. Contaba calorías. Era la mejor alumna, me sentía presionada por hacer todas las actividades extracurriculares posibles, trabajar y al mismo tiempo tener las mejores notas. Revista, comisión editoral, organización de eventos, publicar artículos, amanecidas, amanecidas y amanecidas. Trabajos finales estelares.

Mis respiros fueron los viajes de visita a mi pareja. Estados Unidos, Europa y me fui a estudiar al país de las pequeñas multitudes, Finlandia. Visité todos los lugares posibles con poco presupuesto y con solo una mochila. Viajé dos meses seguidos. Me enamoré de Istanbul, Marruecos, Praga, Lisboa. Se volvió costumbre eso de entregar un trabajo final y al día siguiente (o a las horas) estar montada en un avión. Era difícil la distancia entre los dos, él sabe que nunca lo perdonaré haberse ido a Finlandia por la maestría, pero de no haber pasado eso, cuántos lugares hermosos me hubiera perdido.

Regresé a Lima, tuve mi primer trabajo de oficina. Odiaba a mi jefe, pero el resto de colegas eran amables. Decidí comenzar mi tesis de licenciatura sobre un espejismo y demonio mío que no aceptaba en ese entonces, la anorexia y bulimia. Una tesis no común entre antropólogos que deciden ir a comunidades en la amazonía o los andes. Escogí a la mejor asesora de tesis. Luego de cada asesoría salía desmoralizada, pero fueron esos momentos lo que me enseñaron tanto. Bajé de peso, bajé de peso. Empecé a hacer trabajo de campo, una de las experiencias más hermosas de mi vida entera. Empecé odiando la psicología, la medicina; terminé el trabajo de campo con el bichito de querer ser terapeuta. El falso relativismo académico me acompañaba y tenía mis dudas sobre el feminismo y el activismo. 

Entregué el informe de campo y estaba en un avión. Volví y comencé a trabajar inmediatamente. Me ofrecieron un trabajo con un buen sueldo. Mi tesis recibió tres premios distintos. Me premiaron como excelencia académica. Mis padres van al menos una vez al año a la universidad a ver cómo me entregan algún premio de investigación. Dicen que así poco a poco me están devolviendo todo el dinero que invirtieron. Como una vez le dije a mi terapeuta, ¿cómo esperan que deje de ser ansiosa si constantemente el mundo te refuerza las amanecidas, la ansiedad, el control y la perfección?

Empecé el trabajo soñado y con buen sueldo. Me abrumé, me asusté, me trataron mal. No era tan bonito como me lo imaginaba. Me aburría. Y en todo este mal rato, pensé que la mejor forma de escapar de esta realidad soñada que se había convertido en pesadilla, era empezar una maestría. Y fue así como comencé la Maestría en Estudios de Género mientras al mismo tiempo terminaba de redactar la tesis. Y al mismo tiempo estaba en un trabajo que no soportaba, me disasociaba, me causaba demasiado conflicto ver el esqueleto de mi alma máter. Recuerdo que una vez fui a almorzar con una amiga y su pareja (ahora ex-pareja), y sentí que estaba ahí, pero al mismo tiempo no estaba ahí. 

Mi pareja vino a vivir a Lima y fuimos felices. Me dio paz, pero me seguía ahogando. Con mi primer sueldo, lo primero que hice fue meterme a una nutricionista y buscar a un psicólogo. Bajé de peso, pero lento, mi cuerpa ya no reaccionaba a las dietas luego de estar en constante restricción. Me quebré en mi primera sesión de terapia. Estaba desesperada, quería ser libre. Mi psicólogo me preguntaba, ¿dónde está la Lola de Marruecos y Finlandia? No lo sé, lloraba. Bajé de peso, bajé de peso hasta que me harté. Me harté de restringirme toda una semana esperando al bendito "cheat day", en el cual me atracaba de comida hasta reventar. Veía una olla de arroz y quería devorármela. Le dije a mi nutricionista que ya no podía. Empecé a comer todo lo que encontraba, todo lo que me restringí.

Eventualmente alcancé un punto medio entre todos esos malabares de cosas, sustenté, terminé mi primer ciclo de maestría, y pasé mis meses de prueba. Decidí llevar menos cursos y empecé a encontrarle el gusto a lo que hacía. Y vino una nueva actividad que jamás esperé que me iba a apasionar tanto: la enseñanza. Sabía que si quería ser una académica reconocida tenía que eventualmente tener experiencia como profesora. Decidí hacerlo, y fue magia. Descubrí una nueva vocación. ¿Y si quizás debí haber estudiado educación? Entre la maestría y estar en contacto con mis alumnos, me fui acercando al activismo y al feminismo. Y vaya que me ayudó a reconciliarme conmigo misma. Decidí darle una última oportunidad y fui a una nutricionista. Me costaba bajar de peso. Decidí tirar la toalla. Estaba en un punto medio y estable disfrutando mi trabajo, enseñar y la maestría. La universidad se fue al hoyo en escándalos de corrupción, participé en una intervención y luego en muchas protestas más. A veces no voy a algunas porque no quiero pasar un mal rato encontrándome a mi ex.

Luego vinieron las dudas, ¿y si me voy a otro lado? Por más organizada y planificada que parezca, a veces pienso que a mí me cuesta mucho seguir las reglas y soy más rebelde de lo que parezco. Es más, considero que si mi madre me hubiera llevado a un psicólogo de niña en estos días, probablemente me diagnosticarían de hiperactividad o algo así. Se me vino la loca idea de postular al extranjero, pero con miedo. Al mismo tiempo no quería, dudaba. Sabía que uno de los grandes motivos era querer estar con mi pareja, ir a estudiar al extranjero era una gran excusa. Me metí a clases de inglés, dicté 4 cursos, renuncié a mi trabajo porque quería hacer más cosas, el tiempo no me daba. Volví a la psicóloga desesperada, ahogándome. Me derivaron a psiquiatría. Me diagnosticaron ansiedad generalizada, rasgos de personalidad límite y un trastorno alimenticio. Y sí, he salido del closet de la salud mental. ¡Incluso con mi padre! Está bien no estar bien siempre. Nunca más volveré a hacer dieta. Quizás sí retomo el ejercicio, pero por el momento estoy en la lucha de aceptar la cuerpa. A mi psicóloga siempre le decía, al menos ya no quiero bajar de peso, tan solo quiero aceptar mi cuerpo. Así como está.

En diciembre, luego de averiguar bastante de forma legal, decidimos casarnos. Y eso significo todo un conflicto interno con el feminismo. Felizmente lo logré resolver y entrar en paz conmigo misma. Tengo que admitir que los dos meses de preparación del pequeño matrimonio que organizamos fueron lindos. En medio de todo eso, mi pareja y yo nos fuimos a Cusco y Puno a sacarnos unas fotos preciosas. Me uní muchísimo más con mi familia, con mi pareja. Mi hermano me dio el mejor regalo de la vida, un concierto privado con una banda entera y con mis canciones favoritas. Escribí el discurso más antiboda y antiromántico que se ha escuchado jamás, contraté a una drag queen para que haga su show. Bailamos mucho en mi boda, terminé ebria, drogada y vomitando, como debe ser. Mis padres conocieron a los padres de mi pareja. Los padres de mi pareja la cagaron en el discurso de bodas con palabras vacías, y mis padres brillaron por su emotividad y amor por nosotros. Tengo la suerte de tener los padres que tengo. Fueron días de pasear por las calles limeñas. Fueron bonitos días, y nunca imaginamos que iba a pasar después.

Viajamos luego a casarnos en el país donde estaríamos haciendo nuestros trámites. Las primeras semanas fueron buenas con las expectativas del matrimonio y tratando de hacer las paces con los suegros, con quienes no he tenido una buena relación en el pasado (tampoco mi pareja la tiene con ellos). Vino mi madre y hermano a visitarnos, y la pasamos muy bien conociendo, viajando y divirtiéndonos. Sin embargo, luego aprendí la importancia del autocuidado y que las personas son muy difíciles de cambiar lamentablemente. De verdad que hay personas muy complicadas e invalidantes. Una discusión bastante fuerte (quizás una de las más fuertes que he tenido) hizo que por primera vez se me pase por la cabeza la idea de la autolesión. No se preocupen, con mi pareja no fue. Ya se imaginarán con quiénes. Dicen que la autolesión son esas ganas de liberar alto estrés, ansiedad, colera, impotencia y tristeza. Y sí, eso era lo que sentí ese día. Me derrumbé por unos días, lloré, quise regresar a Lima. Y para colmo, pandemia. Al menos ya estoy más estable. 

Me he quedado varada en un país que no es el mío, esperando regresar a Lima para continuar con mis tareas y trabajos. Me he quedado varada en una familia que no es mía, o que no la siento como mía. Me he quedado varada en un lugar donde no quieren que yo esté y tampoco yo quiero estar. Quiero pintarme el cabello de azul o morado. Ya me corté el cabello yo sola. A veces pareciera que estoy pasando por una segunda adolescencia y estoy son mis maneras de protestar o pedir auxilio. Estoy tratando de aplicar todas  mis habilidades aprendidas en terapia. Extraño a mi familia, a mis padres, a mi hermano. A mi gata, a mi perra. Estoy con mi esposo, pero tenemos que salir pronto de este lugar para sentirnos verdaderamente juntos y solos. Quiero irme, quiero irme, quiero irme. Queremos irnos. 

A fines del 2017, a vísperas de Navidad, en Perú un presidente indultó a otro presidente corrupto y ladrón. Meses más tarde el presidente indultador renunció a la presidencia. Asumió el vicepresidente quien es presidente hasta ahora. Durante el 2018 finalmente hubo una ola de "justicia divina" donde varios corruptos salieron a la luz y fueron detenidos o sentenciados a prisión preventiva. Entre ellos, varios ex presidentes cayeron, incluido el presidente indultado y su hija, quien es candidata eterna a la presidencia. En el 2019, un ex presidente se suicidó de un balazo para eviter que lo detengan, meses más tarde, el presidente que nadie eligió cerró el congreso. En diciembre, se empezaron a oler los rumores de un virus asesino. Dice la frase, éramos felices y no lo sabíamos, las salidas a tomar pisco, las salidas al cine, el teatro, las elecciones, el trabajo de oficina, el trabajo en clases, la interacción con mis alumnos, conocer nuevos restaurantes, nuestra boda. En medio de esta pandemia, mi pareja y yo estamos agarrando nuestras maletas y nos vamos a largar de un ambiente tan mala vibra. Tenemos miedo de contagiarnos, pero si no es eso, creo que un día voy a tener una crisis nerviosa en esta casa y morir de algo más. Volvió la ansiedad pero la supe parar, la incertidumbre está en el aire y no puedo hacer nada al respecto. Probablemente esté engordando por la falta de actividad física, pero quiero aceptar mi cuerpo. Ahora todos estamos en una situación que parece ser el fin del mundo. 

Una luz en el camino. Lo de bueno es que mi pareja y yo comenzaremos una nueva vida juntos, en nuestro propio departamento, en nuestro propio espacio. Ahora comenzaré a dar clases virtuales y también seguiré con la maestría.

Yo creo que es el fin del mundo como lo conocemos. Como lo conocí. Estoy cambiando, estamos cambiando, el mundo está cambiando. 

lunes, 21 de octubre de 2019

Rasgos


Rasgos, etiquetas, diagnósticos, predeterminar, prejuicios, validaciones, invalidaciones, habilidades, estigma. ¿Por qué a los seres humanos no se les ocurrió mejores maneras de lidiar con nosotros mismos? De lidiar con la forma cómo combatimos el ser y estar en el mundo en nuestro día a día. Todo es culpa del maldito capitalismo. 

Quizás debí estudiar psicología. Quizás debo ser terapeuta. 

Lo único bueno de todo esto es que ya no estoy tan segura de mí misma, de mis decisiones, de mis planes. Siempre pensé que la excesiva seguridad y confianza en uno mismo era una señal. Maldito capitalismo que hace que todos seamos neuróticos, ansiosos y tengamos disonancias cognitivas contantes.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Adultez: aflicciones y vulnerabilidades


Hola. Vuelvo después de casi dos años. Estoy aquí debido a la frustración de perder una clase entera que no guardé y por algún extraño motivo el programa no lo autoguardó. La semana pasada me pasó exactamente lo mismo -déjà vu. Creo que volveré a escribir por aquí para poder lidiar conmigo misma. Dicen que escribir o cantar es terapéutico...

martes, 7 de noviembre de 2017

Sueño americano

"But there's no going back against this California feeling"

Find the place where you can be boring
Where you won't need to explain
That you're sick in the head and you wish you were dead
Or at least instead of sleeping here you prefer your own bed

Espero leer esto en unos 4 años y sonreir a mí misma

sábado, 7 de enero de 2017

La ausencia de nieve

Uskomaton

Por el frío incomensurable. Por haberme recibido con -30 grados. Por ser un punto negro entre tantas cabezas rubias o blancas. Por las capas de ropa. Por el placer de sentir calor dentro de una casa luego de un día en la calle. Por los borrachos de la calle. Por lo caro que es todo. Por mis días comiendo solo avena con frutos del bosque. Por mis nuevas frutas favoritas: el raspberry, blueberry y cloudberry. Por el vaso de leche de los almuerzos. Por las noches que podía ver cayendo la nieve. Por ser hermosamente deprimente en invierno. Por los laberintos hechos bosques blancos. Por esos momentos que me quedaba parada escuchando conversaciones en finés sin entender nada. Por los pisos de hielo resbalosos. Por esas noches que yo me sorprendía a mi misma por estar regresando completamente sola a mi casa luego de una fiesta a las 4 de la mañana. Por dejarme ver la aurora boreal. Por dejarme bañar en el río en pleno invierno. Por los saunas. Por las noches jazzeras. Por correr al lado del río Aura en plena madrugada sin temor a que piensen que estoy loca. Por las noches infinitas de invierno. Por los días infinitos que confundían mi cerebro y hacían que me duerma todos los días a medianoche. Por los bosques más bellos, blancos en invierno y verdes en verano. Por dejarme ver cielos en toda la gama de colores. Por acogerme y hacerme saber que parte de mi es (y quizás siempre fue) finesa. Por el sol de medianoche. Por las pequeñas multitudes. Porque he mutado. Por permitirme estar cerca de quien amo. Kiitos, Suomi.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Doble helix

Hay contingenciaS. En plural.

Más allá de las ideas del bien y el mal, hay un campo. 
Te he encontrado ahí.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Desenmarañar

"Y lo que más me va a dar cólera cuando esto se acabe, es que más tiempo pasé preocupándome que haciendo"

Digamos que ganaste la carrera
y que el premio era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

(Curriculum Vitae - Blanca Varela)

martes, 25 de octubre de 2016

Sonidos


No es solo nocturna. 

Mi mochila siendo lanzada al suelo luego de regresar del trabajo. El sonido de la computadora prendiéndose. El sonido del cierre de mi mochila. Mis fólderes, agenda y cartucheras siendo puestas en el escritorio. El tecleado lento y pausado. El tecleado entrecortado por las ideas. El tecleado furioso producto de tener ideas frescas, o del estrés de las fechas límites de alguna entrega. El sonido de mi playlist creado especialmente para estos días. El sonido de mi pie chocando una y otra vez el piso. El sonido de mis uñas rascando mi cabeza pidiéndole más ideas. Los clicks del mouse abriendo múltiples ventanas para leer todos los artículos y libros necesarios. Los clicks del mouse, los clicks del mouse, los clicks del mouse. Mi celular vibrando de vez en cuando por correos que llegan o por personas que me escriben. El sonido del lapiz al escribir en un cuaderno para ordenar mis ideas haciendo mapas conceptuales. El sonido de los resaltadores al ser destapados. El sonido de abrir un libro. El sonido de las páginas para buscar donde me había quedado. El sonido de la automutilación al pelar mi propia piel por los nervios. El sonido de mi agenda innecesariamente pesada siendo abierta. El sonido del lapicero que escribe en mi agenda. El sonido de las hojas que trato de mantener ordenadas. El sonido del archivador abriéndose y cerrándose. El sonido de los cajones buscando libros o lecturas antiguas. El sonido de mi botella de agua siendo destapada. El sonido de tomar un litro de agua de una. El post-it siendo arrancado. Los marcadores siendo arrancados. Las hojas rompiéndose. Boom, el sonido de la bomba del Atlas Ti. El sonido de una lata de bebida energizante siendo abierta. El sonido del gas. El sonido de una bebida gaseosa siendo vaceada en un vaso. El sonido de los primeros pájaros del día. El sonido de tomar sorbos largos. El sonido de mis dedos sobre el celular escribiendo rápido. Los intercambios de palabras con el novio buscando aliento y motivación. El sonido de mi espejo siendo arrastrado al frente mío para ver mis ojeras (y para sonreír cada vez que veo mi piercing pensando en el próximo). El sonido de mi papelera siendo pateada una y otra vez. El sonido que hago al reposarme en mi cama para dormir una hora, quizás dos, o toda la noche (o mañana). El sonido de la alarma programada. El sonido de mi voz alerta ensayando mi exposición. El sonido de cuando no estoy en mi cuarto. (La ausencia d)el sonido cuando decido olvidarme de la tesis o procrastinarla por unos días. El sonido del sonido. El sonido del esfuerzo excesivo e innecesario. El sonido de lo placentero que es hacer lo que uno ha querido y planeado desde hace tiempo. El sonido del perfeccionismo, de la obsesión. El sonido de la ansiedad y del estrés. El sonido del egocentrismo y narcicismo. El sonido de planear al milímetro mis replicas ante cualquier crítica. El sonido de la persuasión. El sonido de no pensar en el presente. El sonido de no estar en el presente. El sonido de la seguridad y satisfacción. El sonido de la inseguridad y angustia. "La estoy cagando, la estoy cagando, la estoy cagando". Los sonidos internos de mis preocupaciones, pensamientos, rumiaciones. El sonido interno de imaginarme reacciones y situaciones. El sonido de una risa muy ligera, casi imperceptible y cínica. El sonido de la proyección e idealización. El sonido de una tesis. El sonido de algo que sale de mi. 

domingo, 25 de septiembre de 2016

Épocas de visibilización


Witches confused by their own magic
Witches displeased by their own perfume
Shame-locked women
Shaman women fuming with shame
Love-locked women

martes, 29 de septiembre de 2015

Tiempo para Lola

He dejado de ser muchas y cosas y me he vuelto muchas cosas. Soy joven aún y me falta mucho por aprender. Pero bueno...el tiempo ha pasado. Aún no tengo la fuerza suficiente como para volver a leer mis post de hace casi 5 años y reírme de mí misma. Cuando sea más adulta, ¿podré hacerlo? Cuando habían pasado 1 año o 2, podía leer una y otra vez esas entradas y escandalizarme. Ahora no quiero hacerlo. Creo que he cambiado demasiado.

Me da pena creer que mientras más conflictuada como adolescente estaba, escribía más. Y eso se puede ver claramente en cada entrada de este blog. Incluso se puede ver que mis últimos post, o en aquellos que yo creo que ya no tenía conflictos conmigo misma ni con alguien más, las entradas eran algo forzadas. No tenía la necesidad de escribir. No tengo la necesidad de escribir en ese sentido. Escribir era una especie de catarsis, una estrategia de resilencia. No hay cabida para el catarsis ni para la resilencia en estos momentos. Y aunque no lo crean, en estos últimos años he escrito más que nunca, pero bajo mi verdadero nombre y bajo el antifaz académico que ahora me caracteriza. Escribo no ficción y lo disfruto tanto como esos "escritores malditos" con ínfulas de sociópatas. O incluso lo disfruto tanto como aquella adolescente de 17 años que probaba el mundo por primera vez.

Mi estilo ha cambiado. No creo en nada. No creo en no creer y creo en creer. Ya no soy atea, soy feminista, ya no sé si soy de izquierda. Ya no soy posera y me dan risa los poseros y los intelectualoides. No creo en los absolutos, pero ya no soy relativista. No soy moderna, pero tampoco posmoderna. He viajado mucho, pero no lo suficiente. He conocido mucha gente, tan distinta entre sí, pero no lo suficiente. Ya no soy adolescente, ya no adolezco. Soy feliz, pero creo que la felicidad esta sobrevalorada y la tristeza subestimada. La mentira ya no es la peor cosa del mundo, ni tampoco la incoherencia. Bueno, quizás sí, pero dentro de ese saco está también la inseguridad y el miedo. He tomado decisiones difíciles, muy difíciles. He estudiado y trabajado a la vez como descocida sin dormir ni comer. Soy una freak del orden y la organización. También me he quedado días enteros en cama viendo películas y series. La salud se ha vuelto algo fundamental dentro de mi vida y a la vez algo muy cuestionable. Soy una consumidora compulsiva, soy una perfeccionista compulsiva, soy paranoica, pero creo en el "no hacer nada" y disfrutar de ello. Puedo hacer doscientas sentadillas seguidas. Me gusta jugar tennis. Ahora prefiero el rimel que el delineador. Hace tiempo que no leo una novela, pero he leído muchos libros de no ficción y académicos. Soy muy autocrítica conmigo misma, pero a la vez soy muy segura de mí misma. Prefiero los jeans que a las leggins. Me encanta usar vestidos. Tengo el cabello corto. Sueño en las noches. Definitivamente quiero tener hijos y creo saber con quién los deseo tener. Creo que las drogas y el alcohol son sobrevalorados. Estoy dispuesta a seguir investigando sobre temas pocos convencionales desde mi discplina. Me enerva estar en un contexto y/o espacio de aprendizaje donde la gente no se cuestiona lo recibido. He vuelto a escuchar música compulsivamente. Evito amanecerme y me despierto todos los días a las 6 de la mañana aunque no tenga trabajo o clase. Ya no soy impuntual. Tengo un cachorro y lo adoro. Estoy dispuesta a sentar cabeza con alguien en específico, y no se trata de la emoción descontrolada de estar en la etapa de enamoramiento, se trata de una decisión que ya ha sido pensada desde hace tiempo con la cabeza y con aquello que se conoce como "corazón". Creo que el Perú es un país de mierda. Creo que este país de mierda no solo lo hacen los conservadores, machistas, anti aborto y fujimoristas; sino aquellos que creen que prohibiendo la "televisión basura" van a cambiar el país, aquellas mujeres feministas y a la vez misóginas, aquellos extremistas poseros, intelectualoides que recaen en la intolerancia. Eso sí, aún no se caminar en tacos y seguire usando botas toda mi vida. Estoy pensando en comprarme zapatillas. Tengo muchos sueños, muchos planes. Y los planes que tenía hace unos años cada vez se están haciendo realidad. Ya no soy tan compentitiva. No busco ser la mejor alumna, ni ganarle a nadie. pero quiero tengo una necesidad de aprovechar cada oportunidad que pueda y ponerme retos a mí misma cada vez que pueda. Quiero darle cabida a las improvisaciones y ser menos masoquista academica y profesionalmente conmigo misma.

En 3 meses iniciará una de las experiencias que desde ahora se que cambiará por completo mi vida. Algo así como un giro ontológico. En retrospectiva, han habido distintos sucesos que han marcado mi vida, pero yo no los esperaba. Este es un suceso que yo espero. No quiero que escribir en este medio sea un acto de resilencia o catarsis. Yo escribo porque siento, y lo he seguido haciendo desde otros medios. Quiero tener tiempo para el tiempo. Quiero tener tiempo para Lola.

sábado, 28 de junio de 2014

Doce

Oh my love, for the first time in my life.

Hace más de ocho años recuerdo haber escuchado esta canción por primera vez. Tenía doce años, primero de secundaria, niña que se creía mujer y recordaba siempre que a esa edad Lolita ya era deseada por otros hombres. Estaba confundida porque eran las primeras veces para muchas sensaciones nuevas. ¿Quién define esta etapa como niñez, pubertad o adolescencia? Recuerdo mirar los libros de psicología cuando hablaban de las etapas del desarrollo humano y buscaba ansiosa y orgullosamente estar categorizada ya como adolescente y no como púber. Me sentía ilusamente más avanzada que las demás de mi edad por el hecho de haber sangrado por primera vez a los nueve años, lo cual fue bastante temprano, pero también porque sabía que nadie sentía lo que yo sentía en muchos aspectos. Quería ser grande y a la vez no sabía si estaban sucediendo cosas que no estaban en su momento. Pero recuerdo el momento, ese momento que al mirarme al espejo dije "creo que estoy enamorada". Como toda niña loca me habían atraído alguno que otro niñito de la clase o de otro lado, pero esa sensación era inigualable, ¿por qué? No lo sé. No soy partícipe de justificar los cambios de humor con la regla, pero no sé si ese día estaba con el período, de tal manera que al aceptar eso me puse a llorar, no sabía si de felicidad o de tristeza, pero decidi dejar fluir ese sentimiento que se sentía "bonito". Desgarrador era el contexto, la situación, el entorno, el momento. Pero no me importó, ya que para mí se sentía bonito.

Según los libros de psicología sobre las etapas de desarrollo humano, él estaba en plena adolescencia. Me recuerdo a mí misma a los quince y no entiendo como se puede mantener conversaciones fluidas a esa edad con alguien menor. Son aquellas épocas que la diferencia de edad es abismal y luego es invisible (como ahora). A los dos nos gustaba la música, The Beatles, tocábamos piano. Más allá de esos detalles, había algo en él que era inigualable, demasiado diferente a cualquier otra persona que he conocido en mi vida entera, no solo lo inteligente, curioso, coherente, interesante, pacífico, sensato, humilde, bueno...era algo más que hasta ahora no lo puedo describir. Las pasiones, los intereses vienen y van, otros chicos me han llamado la atención por otros motivos, pero él...él no me llama la atención, va muchísimo más allá de eso. Siempre me he jactado que no podría estar con una persona que no sea inteligente o interesante, pero, ¿saben qué es ir más allá? Él es la persona más buena que he conocido en mi vida. Ya sé, la bondad o maldad son relativas, pero yo creo que si existe la bondad per se, está en esa persona.

A mis tiernos doce, yo no distinguía el por qué me atraía tanto, pero me fascinaba. Jamás en mi vida he sido tan insistente en alguien, he tenido la suerte de siempre ser correspondida cuando alguien me interesaba (sin necesariamente estar enamorada, eso venía luego). Pero él, él y el contexto hacían que yo me vuelva más loca y me confunda más. Recuerdo llorar como una niña caprichosa no porque me hacía daño, sino porque él no me miraba como yo lo veía. Jamás he vuelto hacer algo así. ¿Qué me falta? ¡¿Qué me falta?! Oh cierto, el pequeño gran detalle. ¿Por qué no me quieres? ¿Por qué? Lo sé, lo sé...

No recuerdo bien el momento, ha pasado casi una década y algunos recuerdos se borran. Pero lo que si sé es que por él y con él he hecho las locuras más extremas, pero siempre con una cordura y una cálculo increíble. "Ustedes no solo hacen las cosas deliberadamente con el corazón, lo mejor de ustedes que cada decisión la hacen con la cabeza", una vez me dijeron. Volviendo al momento que quiero recordar, recuerdo estar hablando con él en nuestro medio de siempre, y me pasó una canción, esa canción. No había escuchado Oh my Love de Lennon y me sentía algo avergonzada de no haberlo hecho. No recuerdo exactamente si mentí diciendo que sí la había escuchado como una niña boba que no quiere causar malas impresiones, o si le dije que no la había escuchado y que me había gustado mucho. Pero cada cosa que me decía para mí valía el mundo entero, y que me pase una canción de esa magnitud y que hasta ahora me derrite y hace que mis vellos inexistentes se paren, fue una vez más cerciorarme lo inocentemente enamorada que estaba y que esas maripositas fluyan en mí.

"Love me, just a little bit, I'm about to like you anyway..."

Y créanme los mejores detalles de tu vida, si han sabido valorarlos y anhelan volver a verlos, se repetirán en una experiencia nueva e incluso mejor.

jueves, 26 de junio de 2014

domingo, 15 de junio de 2014

¿Posmoderna yo?

Ir más alla, muchísimo más allá.

Posmodernismo, posmodernidad. Sí, las dos son distintas (búsquenlo en Google porque no pienso explicarlo), pero muchas veces la usan como si fuera lo mismo. En fin, la gente odia esta corriente, ideología, ¿época? También es difícil de definir qué es exactamente. La gente se niega a sí misma, la gente no lo sabe, pero, ¿saben qué? yo creo que todos tenemos algo de posmodernos aunque no querramos. La gente odia las etiquetas, la gente se cree bacán al definirse posmodernos. Pero, vayamos mucho más allá desde mi propia experiencia.

Hace decenas de post anteriores trataba de definirme a mí misma (no, no diré que ya no me importa autodefinirme porque eso sería muy posmoderno) y creo que si trato de resumir mis intereses "intelectuales" o profesionales, para su mejor entendimiento, es que siempre me ha llamado la curiosidad el ser humano en todas sus facetas y en general. Tan complejo, tan simple, tan todo. Al vivir en una sociedad en la que es un deber seguir una carrera profesional, la mayoría de carreras que elegía para mi futuro inconscientemente estaban guiadas hacia el entendimiento del por qué del ser humano. No por qué existe, sino por qué es como es. A veces pensaba que lo mejor era estudiarlo desde su mente, optando por ser médico psiquiatra, quizás desde la historia y sus restos, optando por ser arquéologa, etcétera. Hasta que llegó un momento, ese momento que es típico en muchos adolescentes, no en todos, pero en algunos, en los que al ver las noticias o al leer un libro sobre el contexto peruano en el que me tocó vivir simplemente uno se empieza a preguntar, ¿por qué carajos pasan estas cosas? Recuerdo que esas preguntas empezaron a fastidiarme como una alergia en el cuerpo que no me la podía quitar de encima y me hacían divagar bastante. Tenía 15 o 14 años, creo. También recuerdo que las publicidades universitarias empezaron a lloverme como un diluvio y veía todas las opciones que tenía. Recuerdo también lo que me decía mi papá siempre respecto a lo que sucedía en el Perú para tratar de reventar esa burbuja rosada a la cual pertenecía, pero a la vez no al tener los pies bien puestos en la tierra. Recuerdo a mi profesor sanmarquino en el colegio hablándome sobre la época de Sendero Luminoso y todas las muertes que hubo en ese entonces. Ya no quería ser arquéologa, ya no quería ser psiquiatra. La gente no denigra a la mujer porque tienen algo mal en la cabeza, la gente peruana no cholea porque sufren de esquizofrenia o depresión. La palabra "sociedad" empezaba a retumbar en mi cabeza, empezaba a escuchar de lo que era "sociología" por algunos lados, escuchaba lo que era "antropología" por otros lados, y bueno también, lo que era la llamada "izquierda" que años más tarde se volvió muy familiar en mi entorno. Nunca entendí a la perfección en qué constaban esas dos carreras (y en mi 7mo ciclo me cuesta definirlas con exactitud, sobre todo la mía, antropología), lo único que entendía es que probablemente eso ayudaría a calmar mis dudas, comprender tantas injusticias y quizás hasta "tratar de cambiar la realidad" como una buena adolescente soñadora.

Obviamente, tampoco nadie de mi entorno entendía qué eran o en qué constaban esas dos carreras, o al menos eso ya lo sé ahora. El nombre antropología sonaba más complejo, más interesante, más profundo para muchos. Recuerdo que MILES de personas me dijeron que yo definitivamente no estaba "hecha" para esas carreras, especialmente antropología. ¿Por qué? Bueno, creo que la mayoría de gente que cree saber algo de la carrera, piensa que el antropólogo se dedica a viajar y a ayudar a los pueblos alejados, exóticos y a las comunidades indígenas. Para ese entonces, no había tenido la oportunidad de viajar a muchos lugares como otras amigas, lo cual me condenaba a no ser una buena antropóloga, ¿cierto? Y bueno, tampoco demostraba mi corazon verde y apasionado por los campesinos, los indígenas, la amazonía y los andes, ¿cierto? Y sumándole a todo eso, siempre está la excusa más absurda de todas que son los prejuicios de los demás, que si no te ven hippie, desarreglada, o nada materialista que no te importa el dinero, tampoco puedes antropóloga, ¿cierto? Bueno, en conclusión, iba a ser una mierda de antropóloga a los ojos de muchos o finalmente me iba a terminar cambiando a otra carrera más sencilla, más comodona o más fácil de ganar dinero. Bueno, dejenme decir que esos prejucios para calificar si serás o no un buen antropólogo son de lo más esencialistas, aborrecedores y obsoletos del mundo, a menos que quieras juzgar a ... *insertar nombres de antropólogos que han manchado la disciplina*. Créanme que como antropólogos, MUCHOS han vivido muy comodones, con bastante dinero y sin pisar jamás lugares "alejados de la gran civilización", pero en fin...esa es otro historia. Por otro lado, la sociología, para los "grandes" conocedores de ese entonces en mi entorno, era una carrera en la que podías asumir una posición más militante y más macro de la sociedad. Además el gran y más conocido factor es que, a diferencia de la antropología, te dedicas a zonar urbanas. Bueno, ¿para qué más? Si estaba entre las dos carreras, creo que finalmente la sociología era la que más me convenía. Pero, ¿qué pasó? La verdad no me acuerdo muy bien, recuerdo leer cosas respecto a la antropología como una carrera más transversal con otros temas de filosofía, política y economía, lo cual también me llamaba la atención (ahora sé que la sociología también es transversal a muchos otros temas, pero en distinta manera). También recuerdo leer que en la sociología tocaban más estadística y yo como chica estúpida que odia las matemáticas, dije "aj no". Pero creo que hay tres puntos muy importantes, que quizás yo malinterpreté pero al final fueron los decisivos y que hasta ahora son quizás los que más distinguen a ambas carreras.


  1. La historia: Se dice mucho que una de las herramientas más fuertes de la antropología es usar a la historia como método. A mí me encantaba la historia, por algo quise ser arquéologa en algún momento y me parecía (y me parece) importantísimo recurrir a hechos históricos pasados para poder entender el presente.
  2. La antropología estudia al ser humano como "individuo": En ese entonces, a mis tiernos 16 años la verdad no entendía muy bien esa frase que leía en todos lados cuando trataban de definir la antropología. No es la mejor ni la única definición de la antropología para mí, ahora. Pero recuerdo haber leído que decían "la sociología estudia al ser humano en la sociedad y la antropología lo toma como un individuo". Mi razonamiento respecto a esa frase era que quizás la antropología ve al ser humano no solo como afectado como la sociedad, sino también tiene circunstancias individuales. Ok, eso no explica mejor la frase, pero ahora podría decir que creo que eso apuntó más a la agencia del ser humano y no el típico determinismo y construccionismo de la sociedad. A mí me sonaba bastante seductora la frase ya que desde mi punto de vista, rozaba con la psicología y al recordar mis ganas pasadas de ser psiquiatra, eso sonaba mejor, ¿no?
  3. Trabajo de campo: Quizás esto fue lo decisivo, lo que me hizo decir "esto es, no hay más". Nunca he soñado ser una aventurera, bronceada, yendo a lugares exóticos y lejanos como Papúa Nueva Guinea. Cuando decía ser antropóloga jamás me imaginaba de esa manera a lo Malinowski. Pero sí me imaginaba viajando, a cualquier lugar, pero viajando. Algo que influenció mucho esas ganas de viajar y conocer lugares y personas fue un intercambio que hice a ... Papúa Nueva Guinea no, Francia. Sí, muchos dirán, ¿qué carajos tiene que ver eso con ser antropóloga? (como me dijeron en una entrevista). Pues no solo las culturas "alejadas y exóticas" son interesantes para sumergirse y estudiarlas, cualquier lugar es interesante, cualquier persona. Hay todo un mundo detrás de cada cosa pequeña como comer pan con queso luego del almuerzo todos los días. Me encantó estar sumergida en cosas tan distintas a mi estilo de vida usual por tres meses, me encantó conocer gente distinta. Me encantaba verlo desde una perspectiva bastante analítica, lo comparaba con mi realidad y me sorprendía a mí misma. No, no viéndolo como cultura más avanzada y todo ese discurso estúpido, simplemente viéndolo como algo diferente. En ese momento dije, no importa si me mandan a Chuschi, a Paris, a Papúa Nueva Guinea, o a La Molina, todo es interesante, me gusta conocer, me encanta aprender, me encanta tener nuevas experiencias y aventuras, me encanta estar en contacto con otras personas. Y me agradezco a mí misma por nunca haber tenido ese pensamiento exotizador y esencializador de ver a la antropología como una herramienta altruista que me permitía conocer solo a aquellos pueblos "alejados" 
  4. Etnografías: ¿Cuál es la mejor manera de plasmar las ideas, las observaciones y análisis? Escribiendo. Siempre me ha gustado la literatura. Desde que tengo memoria, siempre me recuerdo tratando de leer un libro como sea. Aprender a leer para mí era un sentimiento análogo a no poder esperar a tener 18 años para poder hacer lo que se te de la gana. Leía lo que podía, lo que encontraba, lo que sea. Cada vez me fui volviendo más exquisita con mis gustos y a veces optaba por empezar a escribir también. Recuerdo también leer mis primeras novelas de García Marquez y Vargas Llosa y fue asi como me di cuenta qué era también ser periodista. La mayoría de gente veía a los periodistas como conductores o reporteros, yo los empecé a ver como escritores y literatos. Contar lo que sucede a tu alrededor, ser minucioso, detallista, metafórico, artista. Era algo que me fascinaba. Cuando vi que algo característico de los antropólogos era viajar seguido, hacer observaciones participante y escribir respecto a eso, encontré un trabajo bastante análogo al periodista, solo que iba muchísimo más allá. El concepto de observación participante también me costaba entender pero muchas veces yo lo ponía análogo a mi experiencia de intercambio que me fascinó, no solo ser espectador de lo que sucedía a tu alrededor, sino que uno también experience cada una de esas cosas. Entonces, fue como así que ingenuamente entendí este último punto decisivo para mi elección.
Sabiendo vagamente de todo un poco, muy ingenua, muy confiada, bastante preocupada por lo que decían los demás de mí y a la vez indiferente, postulé como antropóloga. La verdad hasta hace poco pensaba si fue la decisión correcta, y eso no quiere decir que ahora si esté segura que fue lo correcto, simplemente pienso que en estos momentos, hasta ahora me siento cómoda haciendo lo que hago y la verdad no sé si me sentiría igual haciendo otras cosas. Entonces supongo que está bien, pero la verdad a estas instancias, dudo mucho que esa "vocación" la verdad no sé si existe.

Volviendo a esta pequeña autobiografía, mis 17 años fueron bastante caóticos y creo que, como alguna vez me dijo un alumno mío que estaba asesorando en Investigación Académica, la adolescencia no empieza a los 12, 13 o 14; cuando uno entra a la universidad, o cuando uno deja el colegio, esa es la verdadera adolescencia. De un momento a otro, escuchaba nueva música, empecé a ir a otros lugares, me dejaron de gustar las fiestas, me volví algo hermitaña, fumaba como chimenea, era una cajita a la que todos los días, al ir a la universidad, me metían tanta información, descubrí muchísimas cosas, estaba creciendo y yo lo sentía. Ahora, en el colegio no fui para nada una santa, EN LO ABSOLUTO, pero ir a fiestas como si no hubiera mañana, tomar cocteles hasta morir, bailar como una descocida, salir todos los días, tener conversaciones de sexo con mis amigas no me hacía una rebelde adolescente, aunque muchos crean que sí. Es más, creo que eso es lo más normal que puedes hacer en tu adolescencia, eso es lo que me autodefiniría como una adolescente estable y convencional. Yo creo que el caos, los cambios radicales de gustos, lugares, amigos, entornos indican esa adolescencia que viene de adolecer, que viene incluso de "dialectica". Indica esa adolescencia o esa prejuventud en la que uno hace esos errores tan garrafales o comete las estupideces más grandes que te enseñan como en ninguna universidad. Yo me sentía diferente, lo cual no lo había sentido en el colegio. Estaba sintiendo verdaderamente que maduraba.

Recuerdo mi primer ciclo, topándome con gente que había esperado tanto en el colegio y que a la vez de a pocos, me decepcionaba. Mi universidad era increíble a mis ojos, los profesores, las clases, los libros, la biblioteca. Estaba encandilada. Todo lo que me enseñaban se acoplaba facilmente a ideas que ya tenía desde el colegio pero no desarrollaba mucho al no tener a alguien con quien hablar. Recuerdo que ese ciclo aumento muchísimo mi interés por las artes, recuerdo que la poesía me enamoró como nunca, sobre todo César Vallejo (al cual vi hace poco en Paris ♥) y la lingüística también. Oh si, la lingüística, una forma más de entender al ser humano desde el lenguaje. Algo tan básico y a la vez tan complejo. Por primera vez escuchaba el nombre de Saussure de vez en cuando en las clases, lo cual conlleva a la construcción arbitraria tanto de significado y significante...mis intereses empezaban a agudizarse. Primeros pasos.

Segundo ciclo: Creo que aquí empezo verdaderamente todo. El ciclo anterior estaba más interesada en las artes como en la interpretación poética y también en la escritura. Había pensado seriamente por influencias externas cambiarme a periodismo, pero como siempre me dice una gran amiga mía, el periodismo es una de las carreras más vacías y superfluas que hay. No es que tengamos algo en contra de los periodistas, todo lo contrario, en algún momento yo quise ser una (y quizás lo sea), pero basicamente, ¡se ve lo que en muchas carreras usamos como herramienta! Me puedo estar equivocando, pero personalmente sentía que necesitaba una base para poder analizar y exponer un hecho o lo que sucedía a mi alrededor. No podía ser solo eso, necesitaba algo más. Ir más allá. ¿Por qué ir más allá? Bueno, como dije, creo que eso se empieza a responder en ese segundo ciclo. Ese ciclo decidí llevar el curso de una carrera frustrada que tuve hace años: arqueología. Paralelamente, decidí acompañar con un curso de la currícula de Historia llamado Prehistoria, al cual yo le pondría el nombre "Evolución Humana". Suena exagerado, pero seriamente, ese curso impactó bastante en mí y creo que reforzó aún más mi vía hacia las ciencias sociales (al menos como yo las interpretaba en ese entonces). Seguía con mi pequeño amorío con la escritura como un arte y para desplegar mis sentimientos, escribo porque siento, decía. Ahora diría, escribo porque siento y porque quiero más que sentir. Pero diría que ese cambio se fue dando poco a poco y empezó en ese ciclo. Yo era una chica la cual no había estado muy amistada con las ciencias a raíz que no me iba como yo quería en las matemáticas por más que no me iba mal, y además porque los profesores que tuve en mis últimos años en el curso de física no fueron de lo más interesantes. Pero ese ciclo, gracias a ese curso me amisté con la ciencia, es más, me empezó a gustar y mucho. Así como alguna vez lo fue aprender a leer, sacar el DNI azul o escribir aquí, la ciencia empezó a ser algo liberador para mí porque gracias a ella empecé a sentir que podía verdaderamente responder cualquier pregunta que tenía. Divagar y sobrepensar las cosas no era suficiente, hacer frases truchas de cuanto uno quiere cambiar el mundo no es nada. Empecé a creer que el único camino al conocimiento, a la verdad (tomándola como la gran respuestas a mis preguntas) era la ciencia. Y mucha gente que desconoce lo que es ciencia, no me refiero a la física, matemática o biología, no solo eso es ciencia. Es más eso era otra cosa más que me fascinaba de la ciencia, lo ambigua que era y lo mucho que faltaba para autodefinirse a sí misma. Yo veía a la ciencia como esa gran arma para responder objetivamente a cualquier duda con un método veraz como la experimentación y la observación, lo cual una vez más se asemejaba a lo que es mi carrera. Cabe mencionar que ese ciclo estuve más atea que nunca y cualquier "hecho" que no estaba claro para mí, simplemente no existía. Dios desde que entre a secundaria se volvió más en un concepto que en un sentimiento, y bueno, debo aceptar que también me puse al lado de la biología y cualquier disciplina que siguiera el método científico. Otro punto que debo mencionar es que también en ese ciclo se reforzaron mis ganas por viajar, pero no por ese sentimiento puramente aventurero que surgió en mi etapa escolar, sino por otro tema más que nació ese ciclo: volverme una académica al cien por ciento. Recuerdo haber estado tan encandilada con la ciencia, y había estado de voluntaria en un proyecto arqueológico en análisis de restos, lo cual no me convenció mucho, pero al estar en ese curso de "Evolución", la antropología biológica y física me llamó mucha la atención. Recuerden que el ciclo pasado me llamó la atención la lingüística, y en el ámbito evolutivo es genial el tema. Lamentablemente en el Perú no tenemos un gran abarcamiento en el ámbito de la antropológica física y biológica, pero sí en el extranjero, como en EE.UU. Me acerqué a mi profesor y recuerdo que el me dijo que venía de la Universidad de Chicago (la cual años más tarde supe que es una de las mejores universidades del mundo) y que ahí sí se veía el tema, o en ese país en general. En ese momento supe que mi futuro lamentablemente no estaba ahí, en Lima, ni en el Perú, lo cual me hacía sentir contradicciones ya que al estar influenciada por ideas políticas de izquierda no encajaba mucho a la gran "ciencia y conocimiento" que yo perseguía. A la vez, por otros motivos, cada vez me iba pareciendo ridículo la cantidad de compañeros que eran parte de partidos de izquierda sin saber bien en qué consistía todo y que probablemente venían de colegios en los que jamás se habían preguntado por qué hay gente pobre en el Perú. Eso fue un factor que también me alejó bastante de los sentimientos altruistas y de cambiar al mundo. Sin embargo, gracias a la biología hemos comprobado que las razas no existen y yo sentía que sí divulgabamos conocimientos científicos como ese podríamos acabar con cosas tan horribles como el racismo. La ciencia era un arma veraz, comprobable, objetivo, sin discursos politiqueros. Eso reforzó mi auge científico interior.

Tercer ciclo: Esas ideas científicas que arrastraba del ciclo anterior terminaron por acaparar mi atención por completo cuando decidí llevar el curso de filosofía moderna. Nunca antes había leído algo de filosofía y justamente elegí ese curso que sin saberlo se llevó muy bien con mi auge científico. Creo que me volví aún más atea, más incrédula a todo, muy metódica y empírica. Descartes, Spinoza, Hume afectaron gravemente mi mente que estaba hecha una esponja absorbiendo todo lo que podía. Además la palabra ciencia ya no iba sola, sino que por influencias filosóficas la palabra conocimiento estuvo muy presente en mí desde ese entonces. Supe en ese entonces que la vida para mí no solo era sentir sentimientos extremos y vivir ese romanticismo al que estaba sumergida, sino que me reconocí a mí misma como una esponja. Me encanta aprender, me excita. No podía esperar a aprender más y más. Ahora me pregunto, ¿cuál era mi fin con aprender y aprender? A veces pienso que aunque lo negara, era conocer todo y la verdad, o al menos todo lo que yo pueda. Lo que sí debo rescatar es que jamás me reconocí a mí misma como una sabelotodo (sino no hubiera querido aprender más y más) Pero eso sí, mucho de esas ganas de aprender sin parar quedaron impregnadas en mí, y creo que lo seguirá estando hasta el día que desaparezca de la tierra. Pero lo que caracterizaba de esa época es que yo quería conocer la verdad, quería llegar a eso. Me cuestionaba todo y me quedaba con las grandes verdades científicas. Sentía que esa era la mejor manera de comprender el mundo. Me volvía más hermitaña y sumergida en mí misma. Curiosamente nunca pensé cambiarme a filosofía, pero algo que sí supe en ese ciclo era que ya dudaba si en algun momento me convertiría en esa gran periodista, o escribiría un gran libro de mi vida, lo que sí sabía y sé hasta ahora, es que me quiero dedicar a ser académica y a la investigación (en ese entonces, científica). Lamentablemente ese curso orgásmico de filosofía que llevé, debía terminar. Recuerdo un día acercarme a mi profesora (a la cual admiraba muchísimo por su inteligencia y organización) y preguntarle cuál era el último autor que veríamos, ella me respondió que iba a ser Nietzsche. Sinceramente, no me gustó mucho el prostituido de Nietzsche. Le pregunté que venía luego de ese autor, y ella me respondió que no había una linealidad fija, pero supuestamente venía Marx. Oh el gran Marx, lamentablemente no lo vi en ese curso, lo cual hubiera cambiado muchísimo las cosas (y cambiaron un año después), pero lo que sí se me quedó grabado ese día fue que ella me dijo que eso no era ya precisamente filosofía moderna, sino POSMODERNA. La verdad, me costaba entender como definir exactamente esas corrientes o épocas. Sabía que la modernidad era sinónimo al cuestionamiento, ilustración, a la ciencia, a la gran búsqueda de la verdad absoluta, pero ¿qué era la posmodernidad? Eso se quedó en puntos suspensivos por un año.

Cuarto ciclo: Indicaba el gran fin de mis Estudios Generales. A partir del próximo ciclo llevaría cursos de mi especialidad, y hasta ese momento no había llevado algo de mi especialidad propiamente. Hubo muchísimas cosas que me impactaron, pero todas de otras carreras. No sabía qué hacer. Ese ciclo llevé el curso de Lingüística, Antropología y Sociología. No fueron definitivos en mi vida académica, pero en conjunto creo que hicieron que me confiara que estaba tomando la decisión correcta. La verdad no me encontraba segura, no sabía si esa carrera me iba a llevar hacia donde quería, pero cuando llevé antropología y sociología renacieron esa curiosidad por los fenómenos sociales que veía a diario y empezó a morir muy lentamente esa obsesión que tenía con la ciencia y las verdades absolutas (específicamente con las últimas). Recuerdo que llevé antropología con un profesor que no era el más querido de todos, pero ahora agradezco haber llevado con ese profesor, ya que el me presentó lo que yo vería en mis clases de teoría antropológica pero en versión ultra resumida; con decirles que vi en un solo curso lo que ahora he visto en cinco cursos distintos. Supe en ese curso introductorio qué era la antropología por sus exponentes, por los antropólogos que han existido hasta ahora. Y no, no todos los estudios son de aquellas comunidades alejadas. Supe también que muchas cosas que había visto en lingüística volvería a ver en antropología, y también de la misma filosofía. Recuerdo un tema que me llamó mucho la atención y lo miré con unos ojos de intriga y confusión, más que de obsesión: el relativismo cultural. ¿Por qué me llamó tanto la atención? Pues era algo que finalmente contradecía a mi búsqueda de las verdades absolutas y a la gran ciencia. El mismo concepto de cultura resulta fascinante contrastándolo con la ciencia. Y creo que simplemente, por instinto lolabarcelino, las cosas que no tienen respuesta y una fácil explicación terminan por seducirme mucho más rápido. Encontré en la "cultura" algo muchísimo más complejo que la ciencia. Recuerdo paralelamente estar siendo bombardeada en mi clase de sociología por ideas feministas, anti racismo, homofobia, etc las cual adopté rapidamente (me olvidé mencionar que ese ciclo me volví bastante feminista y una gran sancionadora de la discriminación en todos sus aspectos, antes ya lo era, pero ese ciclo fue brutal). Sin embargo, la antropología daba un punto de vista distinto. Siguiendo sus raíces de estudiar aquellas comunidades "exóticas y alejadas", me empecé a dar cuenta que en muchas sociedades el machismo no era mal visto, por ejemplo. ¿Qué es lo que hace finalmente que uno decida que es bien visto o mal visto? Pues es ahí donde ingresa el magnífico y ambiguo término de cultura y de "construcción". Si antes la ciencia respondía a cualquier cosa que había puesto en duda muy cartesianamente, la cultura era un factor innegable ante todo esto. Ya sabía que el bien y el mal no eran términos absolutos (aunque con Kant podríamos tratar de definirlos), pero la cultura añadía otra dimensión mucho más abstracta. Los antropólogos ponían en tela de juicio o trataban de explicar prácticas tan naturales en la sociedad como el incesto, la iniciación sexual, la dieta de las personas, la consolidación de la familia y añadían ese factor cultural. La ciencia podría decirnos objetivamente muchas cosas respecto al incesto, la dieta, etc., pero ¿qué es la ciencia al fin y al cabo? ¿de dónde viene? es producto del ser humano, entonces... La ciencia estaba siendo cuestionada por mí misma y así supe que debía seguir siendo antropóloga.

Quinto ciclo: Empecé facultad y llevé también un curso llamado investigación académica. ¿Recuerdan los puntos suspensivos en mi curso de filosofía moderna en tercer ciclo? Bueno ese quinto ciclo lo completé. Vi al aclamado Marx, Durkheim y Weber: la santísima trinidad de las ciencias sociales. Ese ciclo murió por completo mis ganas de buscar la verdad absoluta o las ganas de usar la ciencia para comprender la realidad objetivamente. Descubrí que hacer ciencia, al menos de aquellas cosas que yo quería estudiar, definitivamente no funcionaba. ¿Es posible hacer ciencia de fenómenos que devienen de los mismos seres humanos que son tan complejos? ¿Se puede dictar una verdad absoluta y universal de todos los seres humanos? Los sociólogos definitivamente intentan hacer eso una y otra vez, los psicólogos aún peor. Recuerden ese bicho que fue introducido en mí el ciclo interior: la cultura y ahora mirándolo en retrospectiva, me doy cuenta que una de mis clases de teoría antropológica también fue definitiva para mi formación académica. Era abominable tratar de dictar verdades universales o absolutas de cualquier ser humano, ya que todos son distintos individualmente y también en formación con su propia cultura. Empecé a odiar muchísimo la psicología ese ciclo y cualquier disciplina científica que suponía dictar verdades sobre cualquier persona, ya que surgió otro gran factor ese ciclo: el orientalismo y la dicotomía occidente/no occidente. Muy bonito sonaba el marxismo, muy bonito sonaban las explicaciones psicológicas del ser humano, pero están contextualizadas en occidente. Por ejemplo, los psicólogos defienden tanto el concepto de familia como vital para la formación de un niño, pero en muchas culturas la familia no es simplemente la nuclear como la conocemos, puede darse de distintas maneras. Me di cuenta que todo lo que me habían enseñado era inservible para entender a los seres humanos en general, ya que cada uno tiene sus particularidades y porque todo ha sido creado solo desde un contexto. También empecé a entender lo equivocada que estaba la gente al pensar que la antropología estudia solo a ese ser alejado: el otro. Todo eso, la antropología misma lo contradecía. Esa visión altruista de ir a lo exótico, a lo alejado contenía un énfasis tan evolucionista. ¿Qué? ¿Ahora empecé a odiar también a la evolución? Pues no voy a negar que la evolución como lo explicó Darwin tuvo conclusiones buenas, pero el darwinismo se extendió a otros ámbitos, a aquellos ámbitos que te hacen pensar que Sudamérica esta atrasado y debe progresar para ser como Europa, a esos ámbitos que te hacen pensar que las comunidades indígenas están atrasadas y son incivilizados, a esos ámbitos que te hacen pensar que por seguir ciertas prácticas, vás a llegar más lejos. Peligrosos ámbitos en la cual la ciencia llegó donde no debió llegar al tratar de describir y dictar hechos respecto al ser humano, pero si observamos más de cerca siempre el patrón es de Europa y de algunos cuantos. ¿Quién establece esa linealidad? ¿Quién establece ese patrón de desarrollo? ¿Qué es la ciencia, sino un invento creado por el mismo hombre occidental? Odié tanto la psicología, como esa disciplina occidental que la establecen solo unos cuantos, que quise estudiar a la pedofilia como un fenómeno social, tal cual como lo hizo Durkheim en El Suicidio. Paralelamente, Investigación Académica fue el curso que me redefinió una vez más que mi carrera iba a ser totalmente viada hacia la investigación. Si bien es exquisito leer y escribir en general, no hay nada más exquisito que leer para investigar algo que te has planteado, que has puesto en tela de jucio. Investigar para descubrir el por qué de algo. Y yo al ser muy perfeccionista, jamás descarte la ciencia, ya que el método científico es lo único (quizás) que hace las ciencias sociales, sigan siendo llamadas ciencias. El método científico se volvió una herramienta de organización e investigación para llegar a desmenuzar con mi necedad. Volviendo al tema de mi dicotomía verdad/cultura, sentía que estaba siempre bordando ese peligroso abismo al cual han llegado muchos antropólogos: "al fin y al cabo, todo es construcción cultural". Ese relativismo sonaba bastante cuestionante, seductor, intrigante, pero en muchos casos no llevaba a ningún lado. ¿Qué hago en el caso de muchas mujeres que son mutiladas en el clítoris? ¿Justifico ese hecho una vez más en la cultura como buena antropóloga, ya que sería demasiado occidentalizada al calificar esa sociedad como machista (lo cual harían los sociólogos)? Aunque no parezca, el relativismo y el construccionismo cultural no terminaron por convencerme nunca por completo, siempre me pareció peligroso e indiferente. Pero no voy a negar que la dicotomía occidente/oriente me dejó encandilada quizás en mi posición de subalterna al ser una antropóloga peruana frente a todos los antropólogos europeos y americanos que leía todos los días. En algún momento un peruano como yo fue su objeto de estudio, su "otro". Ese personaje exótico, distinto a él, subdesarrollado, primitivo, incivilizado.

Sexto ciclo: Recuerdo haberme llamado románticamente una esponja ciclos pasados, no dudo en seguir siéndolo, quizás ese sustantivo era el más apropiado en una época en la que recibes educación interdisciplinaria de todos lados. Sin embargo, si bien era una esponja, también en facultad surgió otra característica más que se notó muchísimo más ese sexto ciclo. El verano del 2013 había viajado a Houston. Mi queridísimo Fernando (el cual me ha apoyado muchísimo en esta faceta y es la persona con las mismas ganas de aprender, conocer, vivir como yo) a puertas de graduarse como físico en una universidad gringa estaba más informado que yo respecto a las universidades allá, ya que no por ser gringas iban a ser mejores que las peruanas. Al ver la currícula de muchas universidades gringas, supe que lo mejor iba a ser hacer algún posgrado o doctorado allá. Lo sé, es muy aventado pensar en posgrados y doctorados a estas alturas, pero recuerden que yo, por mis infinitas ganas de aprender y conocer, eso incluía explorar otras tierras, otro cosmos, ya que lamentablemente en el Perú no hay la formación posterior que me gustaría tener. Y para ser aceptada en alguna universidad de allá, debía sacar lo mejor de mí. Sí, el fetiche de la nota como dijo una vez mi profesor, pero él mismo reconocía que nos encontramos subyugados a esa estandarización de calificación para alcanzar lo que queremos. Entonces como buen carro de carreras, como dice mi papá, me propuse una meta, varias metas, una tras otras; y como soy Lola Barcelona, es obvio, estoy segura, estoy más que decidida que lograré todas. Porque hasta ahora, todas las cosas que me he propuesto, no sé si por una obsesión en mí, por ser demasiado competitiva, ambiciosa, qué se yo, pero todo lo que me he propuesto, lo he logrado, señores. Con mucho sudor, con muchas lágrimas, amanecidas, enfermándome seguido, pero si quiero algo, lo consigo sí o sí. Entonces, a penas entré a facultad, sin seguir divagando qué era lo que quería, comencé una carrera que continúa hasta ahora (¿quizás por eso se llama carrera profesional? jeje), me he convertido en la persona más chancona, estudiosa, perfeccionista, ambiciosa de la tierra. No tengo tiempo para nada, y el tiempo libre que tengo leo más, me informo más y trabajo. Mientras muchos de mis amigos siguen juergueando, eso hace tiempo perdió significado para mí. Me divierte aprender, me divierte estar en ese proceso orgásmico de alcanzar lo que quiero. Pero en ese proceso de alcanzar lo que uno quiere, esa gran meta, surgen minimetas, y pequeñas satisfacciones inesperadas. Sin vanagloriarme mucho, he llegado a escribir muy buenas monografías y hacer investigaciones bastante minuciosas. Cada vez me aseguraba a mí misma, que la investigación era lo mío, era lo que más me apasionaba hacer. Tanto me gusta la investigación que empecé a enseñar y fue algo que me encantó, ya que aprendí mucho de carreras que menosprecié por muchos años como administración, gestión, publicidad. Sentía también cómo la antropología era transversal a los temas que asesoraba y que aquellos me servirían en algún momento. Estaba y estoy muy feliz con mi carrera. Ese ciclo llevé dos cursos que una vez más contradijeron el típico ámbito de estudios del antropólogo: la ciudad y la vida cotidiana. Era tan genial ver como podía analizar con herramientas antropológicas fenómenos tan cotidianos que guardan una lógica tan compleja detras de ellas, cómo uno puede desmenuzar y desnaturalizar prácticas tan normalizadas en la vida de uno; también ser autoreflexivo y dejar de ser aquel Hombre Blassé; volver a impresionarme por aquellos detalles de la ciudad. Lo impresionante no es sinónimo de exótico, y lo impresionante no está muy lejos de uno, está tan cerca como a la vuelta de la esquina, es cuestión de mirar y cuestionarse todo lo que sucede alrededor de uno. La antropología urbana empezó a resaltar como mi nuevo interés, y ¡vaya que son pocos los antropólogos urbanos! Al final no sé si aquellos que estudian a los pueblos "más alejados" lo hacen con ese sesgo exotizador que tanto detesté desde hace años, espero que no sea así. Al final de ese año se dieron oportunidades muy grandes de volver a Europa luego de cuatro años y ver Paris, la ciudad que había leído tanto en muchos libros con unos ojos totalmente distintos. También conocer más y más lugares.

Séptimo ciclo: Recuerdo comenzar el ciclo con un increíble jetlag luego de regresar de Finlandia a Perú. Se cumplen mis sueños poco a poco, conozco más lugares, conozco más personas, me sumerjo en un cosmos distinto al mío y contemplo todo a mi alrededor. Ver y entender a Europa luego de haber leído tantas cosas es increíble, y leer más cosas luego de haber visto muchas otras es también increíble. Recuerdo estar en el frío insoportable finés cenando con un antropólogo anglo-americano, el cual también había viajado por medio mundo, y me dijo que cuando uno viaja, uno aprende más que en un pregrado, posgrado o doctorado. Lo reafirmo yo mil veces, la experiencia de viajar(y no me refiero como típico turista, por favor), es excepcional. Uno aprende muchísimo cuando viaja, pero eso depende también de uno. Los viajes, así como los libros te dan experiencias que son inigualables e irrepetibles. Y acá hago un paréntesis diciendo que tuve el mejor compañero de viajes que pude haber tenido, ya que compartíamos la misma curiosidad por conocer, lo avezados que hemos sido para viajar juntos por cielo, mar y tierra, las ganas constantes de aprender y de intercambiar libros y pensamientos en cualquier momento, mi compañero de vida con el que he tenido unas experiencias que ni me las imaginaba en sueños, momentos que ni se le hubieran ocurrido a la persona más soñadora del mundo, conversaciones hechas para plasmarlas en libros, recuerdos, instantes que no constan simplemente en besos, caricias o abrazos, sino en recuerdos poco convencionales e inolvidables que nos han perseguido desde que nuestras vidas se toparon. Pero yo quiero aún más y más, por eso sigo estudiando como desquiciada y trabajando. Este ciclo quizás no está siendo tan bueno como el anterior, o al menos yo lo siento así al ser tan exigente conmigo misma. A mi derecha tengo un libro abierto de Michel Foucault y a la izquierda uno de Pierre Bourdieu (no es broma) y creo que es la manera mas accidental y precisa de describir esta etapa. Ambos detestaron ser llamados posmodernos y posestructuralistas en su momento; sin embargo, todo el mundo sabe que ellos son grandes exponentes de aquellos movimientos. Siempre que he leído autores en filosofía, antropología o sociología, ninguno me terminaba de convencer al 100%, o si lo hacían, al final leía a otro autor que me convencía aún más, pero estos dos autores especialmente, junto a otros como Derrida, Lacan (y también de otras corrientes), no es que me han convencido, pero hasta ahora en muchos aspectos no encuentro contradicciones claras. Quizás es porque son hasta ahora los más contemporáneos que he llegado a leer. Rescatan de manera perfecta lo que me llamó tanto la atención en mi quinto ciclo al ser tan inquisidora con la concepcion occidente/no occidente. Foucault, al ser tan prostituído no ahondaré mucho en él, ya que creo que el video del debate de él vs. Chomsky es más visto que el cabezaso que le metio Zidane a Materazzi, pero a grandes rasgos, me fascina la idea de desnaturalizar, deconstruir todo a nuestro alrededor. Foucault niega la naturaleza humana, ya que todos hemos crecido en un contexto histórico y cultural. Foucault también rescata la idea del discurso, señalando que es necesario hacer un análisis epistemologico a los discursos creados a lo largo de toda esta época, hay ideologías de por medio, hay contextos de por medio, hay poder de por medio, la sociedad normaliza lo que le conviene en ese momento. Bourdieu si bien señala que estamos inscritos en una estructura social que nos somete, también rescata la agencia del individuo al poder modificar aquella estructura, tomándola como mutable, cambiante, histórica.  Me gustaría resaltar a este último autor, ya que él ha rescatado esa agencia, esa individualidad y no ese determinismo social en la que muchos sociólogos y antropólogos se escudan y creen que al decir que todo es construccionismo ya han descubierto la pólvora. A veces siento que hay una línea, a veces siento que no. ¿Pero dónde esta el límite entre la individualidad y la colectividad del sujeto? ¿Hasta qué punto se comporta por la sociedad o en contra de la sociedad o simplemente por su psiquis? Es por ello, que sigo persistente con el caso de los pedófilos, y no me cansaré hasta hacer una investigación amplia respecto al tema. Me parece un ejemplo perfecto en el que no sé si Foucault facilmente me diría que es la sociedad la que los ha calificado como desadaptados sociales y los está sancionando al encerrarlos, pero yo creo que hay cosas que van más allá de eso, quizás. O quizás es fácil decir para un antropólogo que el pedófilo es un desadaptado social que la sociedad intenta normalizar, pero a la hora de la hora estaría de acuerdo con meterlo en la cárcel. ¿Qué es lo que hace finalmente que un desadaptado social decida salir de lo que la sociedad ha impuesto como normal? Es por ello que me he amistado por conveniencia con la psicología, e incluso he optado estudiarla quizas como un posgrado. ¿Qué? ¿No que la odiaba con todo mi ser? Pues sí, como diría Foucault, es un saber-poder totalmente peligroso y discursivo, pero me interesa saber cómo piensa el psicólogo, cómo rescata de manera inductiva la individualidad del ser humano y cómo estas cualidad probablemente se apliquen para todos traspasando culturas, porque total, ¿es algo biológico, no? Psicología y cultura, ¿podrán reconciliarse? Otro último aspecto que también ha impactado mucho en mí es la subalternidad y los estudios poscoloniales. Debo admitir que Orientalismo de Edward Said causó un impactó grande en mí, y por influencias foucaultianas, estoy en esa etapa en la que me flagelo a mí misma como antropóloga y a la vez me encuentro en esa posición "privilegiada" de no ser una antropóloga europea, sino peruana, pero que al fin y al cabo utiliza conocimientos europeos. La misma idea de izquieda, duela a quien le duela es una concepción occidental, la antropología misma es occidental (y con un pasado muy oscuro al ser colonizador), ese otro exotizado y alejado no existe per se, sino ha sido creado como un imaginario por el mismo occidente, etc. y no es que sea una aguafiestas criticando todo y dejándolo así, yo simplemente creo humildemente que siempre es bueno tomar en cuenta la posición desde la que uno dice las cosas. En conclusión, últimamente lo que más me llama la atención por estas últimas influencias posmodernas, son los análisis discursivos, desnaturalizadores y deconstructores.

Siento que este post ha sido un embudo en el que probablemente mientras más uno haya avanzado al leer, menos uno entendía. Veo así como a grandes rasgos he agudizado mis gustos, me he vuelto bastante interdisciplinaria y también cada vez me voy especializando hasta parecer estar hablando en chino. Quizás un antropólogo o un filósofo diría que esto fue un análisis bastante superfluo de muchos autores, y quizás alguien que no tenga nada que ver con la disciplina diga todo lo contrario. Una de mis metas que me plantee al entrar a facultad fue que a la hora de escribir libros quería que todos puedan entenderlo y no solo un reducido círculo de antropólogos, ya que desearía que el conocimiento de todo lo que sabemos que podemos conocer hasta ahora, esté al alcance de todos. Espero estar lográndolo de a pocos. Como verán no soy la típica antropóloga feminista, o defensora de las comunidades indígenas, etc. Tampoco es que sea una insensible, creo que todo lo contrario. La ciencia no me ha ayudado a entender estos fenómenos, tampoco la cultura, es todo en conjunto lo que me está ayudando a entender muchos fenómenos, injusticias que suceden en este país de mierda, y a veces cuando uno llega a saber de a pocos por qué se dan tantas injusticias uno se llena más de cólera y angustia. Saliendo a marchar no vas a cambiar el mundo, pero creo yo estar poniendo mi grano de arena ante tantas cosas que me indignan con la investigación y con todas las interpretaciones y libros que he podido leer. Creo que para poder cambiar al mundo, primero hay que entenderlo o tratar de hacerlo. No se trata de justificar por qué suceden todas estas cosas, sino de hacer ver a la gente que hay un por qué detrás de cosas y discursos que parecen tan naturales en nuestras vidas, pero que en realidad han sido creados, construidos y reforzados a lo largo de la historia. *Poner cualquier ejemplo aquí* Quizas siendo más conscientes de que no debemos ser tan cerrados ante tantos cambios, nos permita ser más reflexivos y tolerantes y no causar conflictos sociales tan caóticos.

La posmodernidad me ha invadido, nos ha invadido. Muchos dicen que la posmodernidad es lo peor que le ha podido suceder a la historia, pero tal vez hay un problema al definir esta corriente (lo cual también es un punto bastante posmoderno). Siento que la modernidad y la posmodernidad es una casa de dos casas sin techar aún, al menos así lo siento en mí. Yo creo que ambas corrientes tienen como punto cuestionarse pero luego van en distintas direcciones, sino el prefijo de "post" no sería una crítica implícita a la etapa anterior. La posmodernidad no lleva a nada, dicen muchos, sin embargo, desnaturalizar todo no es que no te lleve a nada, tratar de justificar todo con puntos finales quizás sí. Hay aspectos bastante atractivos de esta corriente que me atrevo a rescatar y viéndolo desde mi punto de vista, hay aspectos atractivos en todos mi carrera universitaria que vale la pena destacar y rescatar por más que haya estado construyendo un edificio uno sobre otro.

Leí alguna vez que la antropología ha vuelto a muchos posmodernos, amargados, sobreanalíticos, relativistas, políticamente correctos, lo cual, no voy a negar que es completamente cierto. Me ha pasado a mí, le ha pasado a muchos. La posmodernidad cuando roza con el relativismo y la indiferencia es tan peligrosa, por eso solo rescato algunas cosas. El construccionismo puede llegar a ser tan determinista como muchas otras corrientes que ya han sido dejadas atrás, por eso hay que tomarlo también con pinzas y por eso optado estudiar en algún momento la disque individualidad del ser humano per se. Pero lo que sí se que ha dado la posmodernidad, la antropología es algo que una gran amiga me dijo cuando yo le decía que esta carrera me estaba volviendo amargada de toda mi realidad, ella me respondió que la carrera o empezar a leer sobre antropología la había ayudado a superar complejos. Nunca entendí bien a qué se refirió con complejos, pero creo que al desnaturalizar muchos discursos impuestos a lo largo de nuestra vida, uno o se indignaria más con la sociedad (como yo), pero a la vez uno se sentiría muy tranquilo consigo mismo. Lo que si recomiendo, ante cualquier disciplina o texto, siempre es bueno contextualizar lo que uno lee, creo que eso es un detalle muy importante que rescato en esta etapa inacabada y creo que aún perdurará. Cuestionen todo a su alrededor, no vean nada como inmutable, jamás piensen que lo saben todo y por favor, contextualicen. Vean más allá, mucho más allá. (ay no, pero, ¿eso no sonó metafísico? qué moderna)

No acepten lo habitual como cosa natural pues en tiempos de desorden sangriento, de confusion organizada, de arbitrariedad conciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar” ―Bertolt Brecht