lunes, 17 de septiembre de 2012

Madrugadas Infinitas


Las detesto.
Solo quiero que amanezca.

Intrusos

Si tú me dices que has tenido peores problemas, te  creo. Todos tenemos problemas. Pero a diferencia tuya, o de ustedes, yo nunca me quedé callada y ahora más que nunca, jamás lo haré. Nadie nació para soportar o aguantar algo que no te lleva a nada.

Este es un tema que yo misma inconscientemente lo he autodenominado como tabú. Mejor dicho, simplemente evito hablar del tema o me siento terriblemente incómoda y en aprietos cuando me preguntan. Algo así como cuando los bebés hasta los 3 años (o a veces hasta más) deciden borrar de su cabeza ciertos acontecimientos traumáticos o bochornosos de su vida y simplemente no lo recuerdan. Sin embargo, no es que haya borrado recuerdos, sino que, ya que no tengo 3 años y no me encuentro en capacidades para realizar algo tan increíble como esos niños pequeños, me limito a crear dentro de mi espacio personal con mundos paralelos. 

Uno realmente no sabe cómo exactamente aprendió todo lo que a partir de cierta edad ya sabes, como si fuera algo a priori. Yo recuerdo que mis abuelos paternos vivían algo lejos de mi casa, y siempre que iba a su casa sentía un olor extraño que luego fue explicado con que cerca había una fábrica de harina pescado cerca. Recuerdo que jugaba con las cajas de medicinas que ellos usaban o con juguetes que le habían pertenecido a mi papá y a mis tías. 

Por otro lado, toda la familia de mi madre fue algo que jamás entendí y creo que jamás entenderé. Recuerdo que ese señor de ojos verdes y que no parecía de mi familia, pero sin embargo le decía “abuelo” vivía en una zona muy diferente a mi casa. Nunca entendí por qué. Siempre pensaba que él era mi abuelo favorito aunque me mostraba poco cariñosa con todos los miembros de mi familia. Algo que también me gustaba de su presencia es que siempre que venía a mi casa, traía a una niña de mi edad con él y me la pasaba jugando con ella. Nunca entendí muy bien de quién se trataba. Otra cosa que sí sabía es que mi abuela materna había fallecido antes que yo naciera. Era algo común para ese entonces eso de que nazcas y a veces los abuelos no están vivos. Muchas de mis amigas tampoco conocían a sus abuelos como yo. Pero yo no entendía de dónde venía esa niña y por qué a veces mi abuelo estaba con una mujer de la edad de mi mamá y que ésta era la madre de esa niña. 

Pues este sería un árbol genealógico de tres generaciones, ¿verdad? Abuelos, padres, hijos. En esta cultura occidental las familias suelen estar conformadas en los hogares por padres e hijos y punto. Pero este no fue mi caso. 

Según ciertas teorías antropológicas, el hombre, a partir de cierta época, se vio forzado a darle títulos a cada miembro de su familia por una cuestión de herederos. Vivo cerca de 19 años con unas mujeres que no son ni mis tías, ni mis abuelas, ni nada de eso. En realidad, ni siquiera son sangre de mi sangre. Según esa teoría antropológica y según lo que me dijo mi madre, ellas vendrían a ser mis tías abuelas. La verdad, hasta ahora yo no entiendo qué realmente son para mí. Pero como conclusión a estos casi 19 años, creo que solo han sido un estorbo en mi vida y nada más que eso. Incluso estorbo es escribir sobre esto, pero es el momento.

Mis primeros recuerdos de esas dos mujeres son o estar sentada a la falda de una de ellas escuchando cuentos o viendo películas, o sino, estar abrazada a una de ellas llorando espantada por una de las crisis nerviosas que le daban a mi madre cuando estaba mucho más joven y yo era aún una niña de tres años. Son recuerdos muy nublosos y oscuros. Sin embargo, los recuerdo que siento más a flor de piel y que me hierven la sangre son todas aquellas veces que me obligaban a hacerme una especie de ondulación en el cabello que me quedaba asqueroso y me sentía fea, cuando escondían mi ropa para que no me la pongan porque no les gustaba, o todas las veces diarias que me critican por cómo me visto, lo gorda que estoy y lo feo que es mi pelo, o esas veces que yo tenía que comer al frente de alguna de ellas obligada y escuchaba como hablaban mal de mis propios padres desde los cuatro años. 

A los seis años, comenzaron con esa estupidez de la permanente. Estaban obsesionadas con mi pelo y me hacían tontería y media que me llevaba un día entero en un peluquería para que mi pelo quede como una esponja y electrificado. Nunca llegue a conocer mi cabello de verdad hasta los once años, que se me fueron del todo los rezagos de las continuas permanentes que me hacían. Descubrí que era lacio y esas miradas de burla de las chicas mayores que yo en mi colegio, pasaron a ser halagos hacia el supuesto cabello más bonito que habían visto. Otro recuerdo que tengo de ellas que me desconcertaba demasiado, era que para ese entonces, tenía niñeras o empleadas y ellas las trataban como animales, mientras que yo siempre me llevé muy bien con ellas. Escuché muchas veces la palabra “chola”, “serrana”, entre otros. Se creían las reinas y tenías unas ideas tan retrógradas y absurdas como que no podían comer en la misma mesa o en el mismo plato y yo en ese entonces, no entendía por qué. Ahora que veo en retrospección, me da tanta rabia haber dejado pasar detalles así, pero era una niña. 

Mi madre me podrá decir en los momentos que estoy enfurecida “¿acaso no te acuerdas cuando te leían cuentos o cuando te compraban cosas?”. Por favor. Si a un niño lo secuestran los terroristas desde los 4 años o personas malas, evidentemente se lo tratarán de ganar con cosas así, eso no les quita lo malas que fueron conmigo, cosa que jamás perdonaré. Si no me dice algo así, entonces me dirá “también ponte a pensar qué tipo de educación han recibido”, pues mi respuesta sería ¿Y YO QUÉ CHUCHA TENGO QUE AGUANTAR UN TIPO DE EDUCACIÓN TOTALMENTE PATERNALISTA Y MACHISTA DE COMIENZOS DEL SIGLO XX?. Claro que ese tipo de pensamientos no los tenía a los cuatro años o cinco años, pero todo fue cambiando poco a poco. 

A partir de los once o doce años no se cansaban de decirme lo gorda que era, y confusamente durante toda mi niñez me “engreían” comprándome comida, juguetes, ropa. De alguna manera u otra, tenía que sentirme agradecida, pero luego entendí que eso no podía seguir así. Quizás lo hacían inconscientemente, pero prácticamente estaban comprando mi cariño. Detestaba cuando, irónicamente, me hablaban mal de mis propios padres, una especie de calumnias, lamentándose porque ellos no me daban todo lo que me merecía. A veces criticaban a mi mamá y respetaban a mi padre o a veces, al revés. A esa edad o aún más pequeña, eso era demasiado confuso para mí y muchas veces me limité a creerles ciertas cosas. Luego me daba cuenta cómo hasta a veces imaginaban cosas, eran chismosas y no sé qué pretendían hacer al ponerme en contra de mis propios padres. A parte de eso, la cantidad de veces que me faltaban el respeto era increíble. Me insultaban, me decían que era fea, gorda y el autoestima lo tenía por los suelos. Con ciertos comentarios de mis padres se compensaba, pero era muy confuso para mí escuchar comentarios contradictorios. 

Qué pensará un psicólogo al yo decirle que si de algo soy insegura, si en algo tengo baja autoestima o me siento acomplejada, no es por comentarios de mis padres, sino por unos seres que ni siquiera forman parte de mi familia, pero viven en mi casa y literalmente solo hablan para insultarme y hacerme sentir mal. A decir verdad, las veces que he ido a un psicólogo y les he contado todo esto, porque siempre piden que hable de mi familia y (peor aún) de con quién vivo, y tengo que decirles, y ahí ven la explicación de por qué he sido una niña tan adelantada y madura para mi edad, más allá de ciertos problemas hormonales que siempre he tenido. No he sido madura desde pequeña por vivir en un entorno de sabiduría y experiencia, sino porque desde pequeña tuve que desarrollar ciertos mecanismos de defensa para no sentirme mal con comentarios hirientes, desmoralizadores y maltratos psicológicos. A esa edad no podía hacer mucho, no tenía la capacidad de análisis que ahora tengo y solo me limitaba a llorar o ya más grande a gritar y a responder inteligentemente, cosa que no funcionaba, porque mientras más estructuradamente respondía, ellas me lanzaban insultos más hirientes o sin sentido, o peor aún, fingían ponerse mal echándome la culpa frente a mis padres. Otra cosa que podría sacar un psicólogo como análisis a todo esto es la unión que se ha formado entre mis papás y yo. Créanme que esto fue algo bueno entre todo lo malo, pero no creo que jamás haya habido un núcleo familiar tan unido como el nuestro. Pero eso poco importa para mí, cuando me desespero y solo pienso estar en paz conmigo misma. 

Mientras más crecía y me sumergía en una adolescencia profunda, empecé a dejarles de hablar y las pocas veces que lo hacía era para defenderme y para pedir que me dejen en paz. Las empecé a odiar por todo, desde mis primeros recuerdos hasta la actualidad, pero el resentimiento con mis padres, vino mucho después. Entendía que quizás ellas habían vivido una vida difícil pero yo no entendía por qué tenía que soportar todo eso. Ni siquiera podía pasar tranquila por los pasillos de mi casa porque sentía sus miradas clavadas en mí, fijándose si se me sale un rollo, si las puntas de mi pelo están rotas, o cualquier tontería. A veces las escuchaba cuchichear, haciéndolo a propósito para que yo escuche. Los insultos de “fea”, “gorda”, e incluso “chola” se repetían hacia mí. Yo las miraba con odio y rabia, ahora no las callaba con argumentos infantiles, les decía superficiales, ignorantes y sobre todo, racistas. Vivían eternamente acomplejadas por el “qué dirán” si ni siquiera salían a la calle y me tenían a mí y a mi familia como representantes de su imagen. Ellas ya ni salían de la casa y eran unas chismosas que se la pasaban viendo por la ventana a los vecinos o programas de la televisión totalmente basuras que adormecen los sentidos. Cuando me compraba cosas que no me gustaban, o cuando me compraban mis padres ropa, las escondían a propósito porque a ellas no les agradaba. No respetaban mi privacidad y entraban a mi cuarto a “ordenar” todas mis cosas cuando las desordenan más y me desaparecen cosas. Incluso recuerdo que a mi hermano le encontraron unas hojas de coca y le acusaron a mi mamá de tener marihuana, y bueno a mí, calumnias y prejuicios me los han hecho eternamente. Incluso, a falta de cortinas caídas, espían tras mi ventana por el balcón lo que hago en la computadora y me acusan de ver “cochinadas”, cuando solo estoy en Facebook, en este blog, hablando con alguien o viendo mis fotos. Me regañan como si fuera una niña cuando llego tarde de la universidad cuando no tienen ningún derecho, me decían "prostituta" cada vez que iba a una fiesta y hasta ahora no entiendo por qué, e incluso se molestan conmigo si no me persigno antes de salir porque soy satánica.

Como verán, ya es más que obvio que era bastante difícil invitar a gente a mi casa. Han sido contadas las veces que he podido hacerlo y cuando lo hacía, se escondían en su cuarto durante toda la estadía de la visita y resultaba incómodo. Luego empezaban a compararme con quien haya venido o sino, a criticar a la persona que vino sin ni siquiera haberla visto. 

¿Sobre enamorados? Ni qué decir. A mi hermano no le dicen nada desde luego, pero a mí, me han dicho todas las estupideces. Con el primer enamorado no dijeron mucho, ya que éramos bastante jóvenes, hasta que un día dejaron de fingir ese papel de “abuelitas cariñosas” y por ahí se les escapó un insulto a mí y mi enamorado de ese entonces lo llego a escuchar y se quedó totalmente espantado y lleno de rabia por ver como alguien me trataba de esa manera que les respondió de una manera adecuada. Por supuesto que él fue hasta ahora el primer y último enamorado en pisar mi casa y/o mi cuarto. Según ellas, recuerdan a primer enamorado porque me traía muchos chocolates y me hizo engordar y por eso lo detestan, entonces empezaron a odiar a cualquier chico con el que salía. Con el segundo, ni siquiera a mis padres les agradaba, así que el problema era doble, pero no importó mucho después de todo, pero al menos me llegaban tanto los comentarios de ellas que no tenían el derecho de comentar sobre mi vida, total ellas no eran nada mío y tampoco se habían ganado serlo. Cuando le conté sobre todo esto a mi segundo enamorado, él solo se reía y decía que vivía con unas brujas que me hacían la vida imposible, trataba de defenderlas por esos comentarios, pero …¿agarrándome de dónde? ¿Era un instinto defenderlas? Fue la última vez que se me pasó por la cabeza decir algo a favor de ellas. Con el tercero, hasta ahora, creo que nunca ha sabido sobre este problema lamentablemente porque no se ha ganado mi confianza hasta este punto o no me ha mostrado la suficiente madurez. De por sí se me hace muy difícil contar este lado de mi vida y lo trato de obviar como si simplemente no existieran, o al menos eso trato, pero me da lástima que no se lo pueda contar justo a él y que muchas veces mi mal humor o las lágrimas de impotencia las haya tenido que disfrazar con problemas míos o dilemas emocionales. 

Mientras más pasa el tiempo me he vuelto una persona muy resentida. No sé si es una etapa en la que estoy viendo en retrospección toda mi vida o simplemente es un sentimiento que está formándose parte de mi carácter por un acumulado de cosas que me han ido pasando últimamente. Pero ahora que me pongo a pensar, creo que guardo resentimiento hacia todas las personas cercanas a mí por algo, por más mínimo que sea. 

Tengo sentimientos encontrado hacia mi mamá por todo esto. Yo entiendo perfectamente que ella no tuvo una infancia normal y yo tengo mucha suerte al lado de ella, e incluso sería egoísta reclamarle por todos estos 19 años que cada vez me están hartando. Pero he llegado a pensar a veces que más egoísta me pareció su actitud de encadenarme a esos rezagos de vida que ella tuvo viviendo con unas mujeres locas y no con sus padres, y la verdad es que no sé con exactitud toda la historia, pero a veces me pregunto si es que mi padre en algún momento se opuso a toda esa decisión de quedarme a vivir en este seudo palacio que más parece el castillo del terror. 

Siempre me he impresionado y admirado la inteligencia de mis padres, de ambos. No sé si es una especie de adolescencia tardía o es que cada vez yo ya me hago más adulta y notó que cierta desilusión ha crecido en mí. No son cosas nuevas, son simplemente cosas que me voy dando cuenta a medida de que crezco. Recuerdo posts anteriores estar alabando a mis padres, sobre todo a mi mamá, creo que ahora haría todo lo contrario, o al menos al que más admiraría ahora, sería a mi padre. No es que desprestigie a mis padres o que los haya dejado de querer, mucho menos que soy una ingrata, todo lo contrario. No puedo estar más agradecida con mis padres por toda la educación que me han dado, la confianza que me brindaron, pero nadie es perfecto, ni ellos. Pero sigo sin entender cómo le dieron tanta importancia al dinero, a la comodidad, a ir más allá de las necesidades básicas o a que simplemente tanto mi hermano como yo, heredemos esa casa y por ello tengamos que sacrificar tantas cosas. Y que ahora no quede más que decir “ya no nos podemos mudar, serían todos estos años en vano”. En esos momentos, “deshonrando” a mis padres, no pienso otra cosa, de lo tontos que fueron o quizás son. 

Muchas veces ellos me han dicho que fue una gran oportunidad quedarse a vivir en una casa así sin pagar alquiler ni nada y pudieron darse lujos como meterme a uno de los mejores colegio , viajes, objetos de última tecnología y ahora ponerme en la mejor universidad del país. Pero, daría todo por cambiar todas esas cosas por haber vivido solo con ellos y mi hermano. Pues el resentimiento hacia mis padres va por haber preferido ese tipo de lujos a una familia normal donde tanto mi hermano y yo, y al menos mi madre, podría tener finalmente, una vida completamente normal y convencional. No entiendo hasta ahora como pudieron sacrificar mi estabilidad con la de mi hermano por un par de tonterías que iban más allá de las necesidades básicas. O mejor dicho, no entiendo cómo pudieron sacrificar tantas cosas buenas por unas viejas superficiales, ignorantes, prejuiciosas, malas, discriminadoras, hirientes, que se jactan de haber recibido educación superior en su generación, pero pareciera que ni siquiera han terminado la secundaria. 

Mi padre dice que tanto yo como mi madre tenemos el problema de escucharlas cuando supuestamente me han dicho que no debo hacerles caso, y detesto ahí su poca sensibilidad. ¿No se da cuenta que si no lo critica tanto a él y a mi hermano, es por lo machistas que son y le deben respeto al hombre y los atienden como reyes? Por ser mujer, tengo que aguantar esos comentarios y cómo no escucharlos, si desde que era pequeña han retumbado en mis oídos una y otra vez, cosa que si mi papá ha escuchado cosas así, ha sido desde adulto. Las que más hemos soportado esas clases de comentarios hemos sido mi madre y yo. Muchas veces mi madre ha perdido los papeles y yo, ilusamente, trataba de hacer lo contrario y responder de una manera cuestionadora e inteligente, pero solo me ganaba más insultos hirientes. 

Mientras más pasan las horas, los días, las semanas, los meses, más grandes se hacen en mí las ganas de largarme de esta casa. Detesto todo lo que me rodea, detesto todo. Detesto hasta el más mínimo detalle como que la ducha falle mientras me baño y no la puedan arreglar y prefieran estar comprando más huevadas tecnológicas. Detesto que cuando me quejo de toda esta vida de mierda, de la casa, de esas intrusas en mi vida, de la manera como me tratan, pareciera que no les importara y solo me responden molestos “¿Y qué quieres que hagamos, L?”, yo les respondería que por favor piensen un poco y tan solo se den cuenta que es imposible la convivencia de unas viejas totalmente cucufatas, racistas, machistas con jóvenes del siglo XXI que tienen un pensamiento totalmente distinto. Lo primero que ellos hacen es comparar su generación con una anterior, pero ¡es tan anacrónica esa actitud! No hay tanta diferencia cultural y eso no pueden entenderlo. Si ya hay choques entre mi generación y una anterior, imagínense con una más antigua aún, y no solo eso, porque yo he conocido personas de esas generaciones muy sabias, muy respetuosas e inteligentísimas, pero ellas no solo son ignorantes, totalmente tradicionales y anticuadas, hirientes y me han acomplejado desde que era niña hasta ahora. Y yo ni siquiera soy una joven del siglo XXI totalmente convencional, sin el afán de ser ególatra, quizás alguien más tradicional estaría más “tranquilo”, aunque las diferencias culturales y/o generacionales siempre pueden disiparse siempre y cuando haya respeto, cosa que siempre faltó desde un inicio, desde que tengo memoria. 

No sé si esto haya sido un cuento, una historia, una anécdota muy grande que continua hasta en este mismo momento. No voy a negar la cantidad de veces que se me ha pasado por la cabeza un día simplemente desaparecerme de la casa; seguir de largo en ese carro que tomo en la universidad y perderme por ahí. Un día salir y nunca más volver. Estoy segura que mis padres se ven tan cómodos y tranquilos ahora porque ni siquiera se les ha pasado por la cabeza lo que yo puedo estar pensando sobre un día simplemente desaparecer del mundo y no por solo esto, sino por todo, por todo lo que me ha sucedido desde hace 18 años y que se ha ido agravando. Por eso verán mis comentarios como algo normal, algo rebeldonees y nada más. Si bien anhelaba largarme de mi casa de más pequeña no lo podía hacer, pero ahora si lo puedo hacer. Aunque yo solo anhelo desaparecer y no por egoísmo, sino para que la gente tome conciencia no de mí, sino de todo. Que no basta con quedarme callada y aguantar. No más.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Artificial



Porque tal vez sean de aquellas que van a todas sus clases y se sacan buenas notas, pero cuando hablas con esas personas parecen que ni siquiera están estudiando en la universidad y solo se limitan a "aprender" para pasar el curso y creen que cada día se están volviendo más "cultas". En estos tiempos no se puede hablar de Filosofía con alguien que ha llevado el curso de Filosofía en una universidad (porque es incomparable el nivel del colegio aquí). La gente desperdicia neuronas débiles y la plata de los padres.

Porque tal vez la mayoría estén estudiando algo porque te asegura trabajo, ergo, te asegura dinero, ¿y por qué? ¿por tu futura feliz familia y porque quieres ser feliz? Y yo me pregunte porque tanta gente tiene un único concepto de felicidad (qué coincidencia) y no se miran al espejo para que vean los borregos que son.

Porque tal vez esperes a tu príncipe azul, o tal vez estén con esas ganas desesperadas de convertir a cada enamorado con el que estés en tu puto futuro esposo y te imaginas en tener muchos bebés. Mientras que yo tal vez solo me preocupe y me pregunté si será bueno en el aspecto sexual y que sea inteligente.

Porque tal vez ya se le den de libertinas porque han tenido sus habituales y virginescos choques y fugas o tal vez esa primera vez que "te dolió un poquito" y solo piensan en el romanticismo, y ni tienen una puta idea de lo que es sentir un orgasmo y siguen viviendo su novela rosa. Porque eres bien libertina por haberte ido a chupar a morir y terminar vomitando o tal vez bailando como desquiciada en una discoteca que se reservan el derecho de admisión o en esas fiestas que quedan fuera de Lima. Mientras que yo pienso que aburrida es ese estilo de vida, da la coincidencia que la gran mayoría pasa por esos procesos tan "tradicionales".

Porque tal vez, ustedes sean de aquellas que se casarán y tendrán una familia muy feliz, y sus respectivos esposos tal vez sean los cliente más concurrentes del mejor (o el peor) prostíbulo del país o las usen como pantallas ante esta sociedad porque se trata de un homosexual. Mientras que yo, me limitaré a ser algo prejuiciosa observando tan falsa felicidad, tan artificial y tan vacía, mientras espero que me vengan ideas a la cabeza para escribir algo interesante.

Porque en tu lecho de muerte quizás pienses que has vivido una vida completamente feliz: conociste a tu príncipe azul, tuviste hijitos, estudiaron en buenos colegios y en buenas universidades, y ahora tienes nietos. Lo que da pena es que ni siquiera en ese momento tendrán consciencia que eso no fue ni la milésima parte de lo que podrían haber vivido sin haber estado con los ojos cerrados siguiendo a una prole de ovejas.