jueves, 1 de noviembre de 2012

Seis días o cinco tal vez


Muchas cosas, pocas cosas porque falta mucho aún porque miran al horizonte eterno. Tan raro, tan claro, tan diferente, tan de repente. Nunca quiero descubrir el paradero final del Cocharcas porque hay mucha neblina. Además siempre nos botan en el paradero final como si fuéramos cuadrúpedos, mamíferos, con mamas (valga la redundancia) y peludos. Es mi cuenta regresiva secreta para no caer en la cursilería, pero al fin y al cabo sé que no vale nada porque todos los días no son como el primero, ni como el segundo, felizmente. Qué calor hizo sin Spinetta en verano (perdón por matarlo), pero en nuestro propio ecosistema no hay climas bochornosos ni helados. Los lingüistas dicen que por un lado la lengua es inmutable porque dos personas no pueden establecer o imponer cambios de la nada en ella, pero ellos no sabían que nosotros también creamos nuestro mundo. Podría pasarme toda la noche/madrugada/mañana escribiendo sobre ambos porque lo amerita, pero luego no quiero que Kant se vengue. Incluso me voy fastidiada ahora y aún así hubiera escrito más de un millón de palabras me iría así: molesta conmigo misma. Siempre faltan palabras, siempre faltan horas, días, actos, tiempo, lugares. Eso me gusta, que siempre falte y siempre busquemos lo que falta a secretamente o juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario