sábado, 10 de noviembre de 2012

Parece que ya pasó antes

Es como si estuviese lloviendo eternamente, pero la lluvia nunca choca contra el suelo y simplemente la gota se encuentra en caída libre. Es como si hubiera un vacío en el centro, profundo, muy profundo que a veces no sé si está adelante o atrás, quizás simplemente me ha atravesado. Es como si me derritiera del frío: mis manos están heladas, siento que algo me presiona la cabeza y que el suelo es el lugar perfecto para mi cuerpo entero. Es como si las canciones que disfrutaba minuto a minuto de la nada duran menos de un segundo porque no se acomodan a lo que siento. Es como si Bon Iver estuviera dando un concierto acústico en una esquina de mi cuarto y yo lo estuviera ignorando.

Son esos momentos en los que más imagino cosas lindas, y me duele más imaginarlas porque sé que algunas nunca podrán ser reales o están muy lejos de serlas.

¿Te acuerdas de esos días en las que a medianoche prendías la computadora y vomitabas palabras? Sí. Y me odiaba a mí misma porque nunca llegaba a transmitir a la perfección lo que mi almohada me decía temerosa. Oh, pobre almohada, si un objeto se ganaría el título de mejor amigo y confidente sería ella. Me ha soportado tanto, porque solo ha hecho eso.

Como esas pilas de discos que encuentro encima del DVD y no tienen nombre. No sé cuál de todos es la película que quiero ver, pero sé que entre ellos está.

La solución a todo es dormir. ¿Y qué hago cuando me despierto? Esperar que me de sueño para volver a dormir.

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