lunes, 16 de abril de 2012

Cuando el piso tiembla

¿Llegaste?

Esta vez no sentí que me quemaba bajo el sol. Pero me duelen los dedos al tipear esto. La alza de serotonina puede que esté empezando a surgir efecto. Tal vez puede que esto se pierda con el tiempo.

Hablar con alguien bajo el sol causa dolor de cabeza, hostigamiento y de repente, las palabras se hacen tan pesadas e incoherentes que hasta da flojeras escucharlas. No es recomendable tener charlas largas en verano, pero sí que son perfectas en otoño. El cielo no está gris y no hay ese ambiente de desgracia total para contar los dilemas amorosos de la vida. El cielo aun está celeste contaminado, el sol alumbra, pero no quema. Calienta la dosis necesaria para amenizar las palabras y una buena compañía pueden hacer que treinta minutos te saquen una sonrisa que te haga cantar hasta la noche.

En mi misantropía, existe una extraña selectividad para que yo inicie una conversación. Creo que esa selectividad depende más que todo de mi estado de ánimo.

Esa mañana, me di cuenta que los traumas de niña (que hasta ahora no logro identificarlos) pueden que sea la razón a todos mis problemas actuales, y los derramo en víctimas inocentes, pero a la vez culpables. Armé un barco de papel mental y puse ahí cada uno de mis pensamientos con una base aún difusa. Puede que ese barco regrese una y otra vez, si es que la marea, el viento y la posición de la Luna no me ayudan, pero al menos ahora sé el porqué de las cosas. Hace rato dejé de ser una niña, eso lo tengo más que claro.

Con ese pensamiento tan aguerrido (por no decir optimista), llegaba tarde a clases, más feliz que nunca. Y tal vez, solo tal vez, las cosas dependen del estado de ánimo de uno mismo. O simplemente, llegan o las vemos llegar, cuando ya es el momento perfecto o ya se está acercando el momento perfecto. Soy totalmente escéptica, pero ese acento que medía auditivamente leyendo a Sologuren, no necesita descripción. ¿Aliteraciones?

1 comentario:

  1. ...no sé, yo desde que me fui del país donde nací, crecí y conviví con gente que amo y amaré siempre, sólo tengo los veranos que con suerte me reúnen con algunos de ellos y es genial igual...y eso que los mayores recuerdos con ellos nacieron en días nublados...todo es cuestión de estados como dices.
    Y ese barco de papel es la prueba de ello.Una linda imagen algunas veces meciéndose a la izquierda y otras a la derecha, la vela flameante y otras veces quieta, algunas veces avanzando y otras veces detenido. Me encanta leerte Lola, odiando a la especie o queriéndola. Adulta o niña.

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