Posmodernismo, posmodernidad. Sí, las dos son distintas (búsquenlo en Google porque no pienso explicarlo), pero muchas veces la usan como si fuera lo mismo. En fin, la gente odia esta corriente, ideología, ¿época? También es difícil de definir qué es exactamente. La gente se niega a sí misma, la gente no lo sabe, pero, ¿saben qué? yo creo que todos tenemos algo de posmodernos aunque no querramos. La gente odia las etiquetas, la gente se cree bacán al definirse posmodernos. Pero, vayamos mucho más allá desde mi propia experiencia.
Hace decenas de post anteriores trataba de definirme a mí misma (no, no diré que ya no me importa autodefinirme porque eso sería muy posmoderno) y creo que si trato de resumir mis intereses "intelectuales" o profesionales, para su mejor entendimiento, es que siempre me ha llamado la curiosidad el ser humano en todas sus facetas y en general. Tan complejo, tan simple, tan todo. Al vivir en una sociedad en la que es un deber seguir una carrera profesional, la mayoría de carreras que elegía para mi futuro inconscientemente estaban guiadas hacia el entendimiento del por qué del ser humano. No por qué existe, sino por qué es como es. A veces pensaba que lo mejor era estudiarlo desde su mente, optando por ser médico psiquiatra, quizás desde la historia y sus restos, optando por ser arquéologa, etcétera. Hasta que llegó un momento, ese momento que es típico en muchos adolescentes, no en todos, pero en algunos, en los que al ver las noticias o al leer un libro sobre el contexto peruano en el que me tocó vivir simplemente uno se empieza a preguntar, ¿por qué carajos pasan estas cosas? Recuerdo que esas preguntas empezaron a fastidiarme como una alergia en el cuerpo que no me la podía quitar de encima y me hacían divagar bastante. Tenía 15 o 14 años, creo. También recuerdo que las publicidades universitarias empezaron a lloverme como un diluvio y veía todas las opciones que tenía. Recuerdo también lo que me decía mi papá siempre respecto a lo que sucedía en el Perú para tratar de reventar esa burbuja rosada a la cual pertenecía, pero a la vez no al tener los pies bien puestos en la tierra. Recuerdo a mi profesor sanmarquino en el colegio hablándome sobre la época de Sendero Luminoso y todas las muertes que hubo en ese entonces. Ya no quería ser arquéologa, ya no quería ser psiquiatra. La gente no denigra a la mujer porque tienen algo mal en la cabeza, la gente peruana no cholea porque sufren de esquizofrenia o depresión. La palabra "sociedad" empezaba a retumbar en mi cabeza, empezaba a escuchar de lo que era "sociología" por algunos lados, escuchaba lo que era "antropología" por otros lados, y bueno también, lo que era la llamada "izquierda" que años más tarde se volvió muy familiar en mi entorno. Nunca entendí a la perfección en qué constaban esas dos carreras (y en mi 7mo ciclo me cuesta definirlas con exactitud, sobre todo la mía, antropología), lo único que entendía es que probablemente eso ayudaría a calmar mis dudas, comprender tantas injusticias y quizás hasta "tratar de cambiar la realidad" como una buena adolescente soñadora.
Obviamente, tampoco nadie de mi entorno entendía qué eran o en qué constaban esas dos carreras, o al menos eso ya lo sé ahora. El nombre antropología sonaba más complejo, más interesante, más profundo para muchos. Recuerdo que MILES de personas me dijeron que yo definitivamente no estaba "hecha" para esas carreras, especialmente antropología. ¿Por qué? Bueno, creo que la mayoría de gente que cree saber algo de la carrera, piensa que el antropólogo se dedica a viajar y a ayudar a los pueblos alejados, exóticos y a las comunidades indígenas. Para ese entonces, no había tenido la oportunidad de viajar a muchos lugares como otras amigas, lo cual me condenaba a no ser una buena antropóloga, ¿cierto? Y bueno, tampoco demostraba mi corazon verde y apasionado por los campesinos, los indígenas, la amazonía y los andes, ¿cierto? Y sumándole a todo eso, siempre está la excusa más absurda de todas que son los prejuicios de los demás, que si no te ven hippie, desarreglada, o nada materialista que no te importa el dinero, tampoco puedes antropóloga, ¿cierto? Bueno, en conclusión, iba a ser una mierda de antropóloga a los ojos de muchos o finalmente me iba a terminar cambiando a otra carrera más sencilla, más comodona o más fácil de ganar dinero. Bueno, dejenme decir que esos prejucios para calificar si serás o no un buen antropólogo son de lo más esencialistas, aborrecedores y obsoletos del mundo, a menos que quieras juzgar a ... *insertar nombres de antropólogos que han manchado la disciplina*. Créanme que como antropólogos, MUCHOS han vivido muy comodones, con bastante dinero y sin pisar jamás lugares "alejados de la gran civilización", pero en fin...esa es otro historia. Por otro lado, la sociología, para los "grandes" conocedores de ese entonces en mi entorno, era una carrera en la que podías asumir una posición más militante y más macro de la sociedad. Además el gran y más conocido factor es que, a diferencia de la antropología, te dedicas a zonar urbanas. Bueno, ¿para qué más? Si estaba entre las dos carreras, creo que finalmente la sociología era la que más me convenía. Pero, ¿qué pasó? La verdad no me acuerdo muy bien, recuerdo leer cosas respecto a la antropología como una carrera más transversal con otros temas de filosofía, política y economía, lo cual también me llamaba la atención (ahora sé que la sociología también es transversal a muchos otros temas, pero en distinta manera). También recuerdo leer que en la sociología tocaban más estadística y yo como chica estúpida que odia las matemáticas, dije "aj no". Pero creo que hay tres puntos muy importantes, que quizás yo malinterpreté pero al final fueron los decisivos y que hasta ahora son quizás los que más distinguen a ambas carreras.
Segundo ciclo: Creo que aquí empezo verdaderamente todo. El ciclo anterior estaba más interesada en las artes como en la interpretación poética y también en la escritura. Había pensado seriamente por influencias externas cambiarme a periodismo, pero como siempre me dice una gran amiga mía, el periodismo es una de las carreras más vacías y superfluas que hay. No es que tengamos algo en contra de los periodistas, todo lo contrario, en algún momento yo quise ser una (y quizás lo sea), pero basicamente, ¡se ve lo que en muchas carreras usamos como herramienta! Me puedo estar equivocando, pero personalmente sentía que necesitaba una base para poder analizar y exponer un hecho o lo que sucedía a mi alrededor. No podía ser solo eso, necesitaba algo más. Ir más allá. ¿Por qué ir más allá? Bueno, como dije, creo que eso se empieza a responder en ese segundo ciclo. Ese ciclo decidí llevar el curso de una carrera frustrada que tuve hace años: arqueología. Paralelamente, decidí acompañar con un curso de la currícula de Historia llamado Prehistoria, al cual yo le pondría el nombre "Evolución Humana". Suena exagerado, pero seriamente, ese curso impactó bastante en mí y creo que reforzó aún más mi vía hacia las ciencias sociales (al menos como yo las interpretaba en ese entonces). Seguía con mi pequeño amorío con la escritura como un arte y para desplegar mis sentimientos, escribo porque siento, decía. Ahora diría, escribo porque siento y porque quiero más que sentir. Pero diría que ese cambio se fue dando poco a poco y empezó en ese ciclo. Yo era una chica la cual no había estado muy amistada con las ciencias a raíz que no me iba como yo quería en las matemáticas por más que no me iba mal, y además porque los profesores que tuve en mis últimos años en el curso de física no fueron de lo más interesantes. Pero ese ciclo, gracias a ese curso me amisté con la ciencia, es más, me empezó a gustar y mucho. Así como alguna vez lo fue aprender a leer, sacar el DNI azul o escribir aquí, la ciencia empezó a ser algo liberador para mí porque gracias a ella empecé a sentir que podía verdaderamente responder cualquier pregunta que tenía. Divagar y sobrepensar las cosas no era suficiente, hacer frases truchas de cuanto uno quiere cambiar el mundo no es nada. Empecé a creer que el único camino al conocimiento, a la verdad (tomándola como la gran respuestas a mis preguntas) era la ciencia. Y mucha gente que desconoce lo que es ciencia, no me refiero a la física, matemática o biología, no solo eso es ciencia. Es más eso era otra cosa más que me fascinaba de la ciencia, lo ambigua que era y lo mucho que faltaba para autodefinirse a sí misma. Yo veía a la ciencia como esa gran arma para responder objetivamente a cualquier duda con un método veraz como la experimentación y la observación, lo cual una vez más se asemejaba a lo que es mi carrera. Cabe mencionar que ese ciclo estuve más atea que nunca y cualquier "hecho" que no estaba claro para mí, simplemente no existía. Dios desde que entre a secundaria se volvió más en un concepto que en un sentimiento, y bueno, debo aceptar que también me puse al lado de la biología y cualquier disciplina que siguiera el método científico. Otro punto que debo mencionar es que también en ese ciclo se reforzaron mis ganas por viajar, pero no por ese sentimiento puramente aventurero que surgió en mi etapa escolar, sino por otro tema más que nació ese ciclo: volverme una académica al cien por ciento. Recuerdo haber estado tan encandilada con la ciencia, y había estado de voluntaria en un proyecto arqueológico en análisis de restos, lo cual no me convenció mucho, pero al estar en ese curso de "Evolución", la antropología biológica y física me llamó mucha la atención. Recuerden que el ciclo pasado me llamó la atención la lingüística, y en el ámbito evolutivo es genial el tema. Lamentablemente en el Perú no tenemos un gran abarcamiento en el ámbito de la antropológica física y biológica, pero sí en el extranjero, como en EE.UU. Me acerqué a mi profesor y recuerdo que el me dijo que venía de la Universidad de Chicago (la cual años más tarde supe que es una de las mejores universidades del mundo) y que ahí sí se veía el tema, o en ese país en general. En ese momento supe que mi futuro lamentablemente no estaba ahí, en Lima, ni en el Perú, lo cual me hacía sentir contradicciones ya que al estar influenciada por ideas políticas de izquierda no encajaba mucho a la gran "ciencia y conocimiento" que yo perseguía. A la vez, por otros motivos, cada vez me iba pareciendo ridículo la cantidad de compañeros que eran parte de partidos de izquierda sin saber bien en qué consistía todo y que probablemente venían de colegios en los que jamás se habían preguntado por qué hay gente pobre en el Perú. Eso fue un factor que también me alejó bastante de los sentimientos altruistas y de cambiar al mundo. Sin embargo, gracias a la biología hemos comprobado que las razas no existen y yo sentía que sí divulgabamos conocimientos científicos como ese podríamos acabar con cosas tan horribles como el racismo. La ciencia era un arma veraz, comprobable, objetivo, sin discursos politiqueros. Eso reforzó mi auge científico interior.
Tercer ciclo: Esas ideas científicas que arrastraba del ciclo anterior terminaron por acaparar mi atención por completo cuando decidí llevar el curso de filosofía moderna. Nunca antes había leído algo de filosofía y justamente elegí ese curso que sin saberlo se llevó muy bien con mi auge científico. Creo que me volví aún más atea, más incrédula a todo, muy metódica y empírica. Descartes, Spinoza, Hume afectaron gravemente mi mente que estaba hecha una esponja absorbiendo todo lo que podía. Además la palabra ciencia ya no iba sola, sino que por influencias filosóficas la palabra conocimiento estuvo muy presente en mí desde ese entonces. Supe en ese entonces que la vida para mí no solo era sentir sentimientos extremos y vivir ese romanticismo al que estaba sumergida, sino que me reconocí a mí misma como una esponja. Me encanta aprender, me excita. No podía esperar a aprender más y más. Ahora me pregunto, ¿cuál era mi fin con aprender y aprender? A veces pienso que aunque lo negara, era conocer todo y la verdad, o al menos todo lo que yo pueda. Lo que sí debo rescatar es que jamás me reconocí a mí misma como una sabelotodo (sino no hubiera querido aprender más y más) Pero eso sí, mucho de esas ganas de aprender sin parar quedaron impregnadas en mí, y creo que lo seguirá estando hasta el día que desaparezca de la tierra. Pero lo que caracterizaba de esa época es que yo quería conocer la verdad, quería llegar a eso. Me cuestionaba todo y me quedaba con las grandes verdades científicas. Sentía que esa era la mejor manera de comprender el mundo. Me volvía más hermitaña y sumergida en mí misma. Curiosamente nunca pensé cambiarme a filosofía, pero algo que sí supe en ese ciclo era que ya dudaba si en algun momento me convertiría en esa gran periodista, o escribiría un gran libro de mi vida, lo que sí sabía y sé hasta ahora, es que me quiero dedicar a ser académica y a la investigación (en ese entonces, científica). Lamentablemente ese curso orgásmico de filosofía que llevé, debía terminar. Recuerdo un día acercarme a mi profesora (a la cual admiraba muchísimo por su inteligencia y organización) y preguntarle cuál era el último autor que veríamos, ella me respondió que iba a ser Nietzsche. Sinceramente, no me gustó mucho el prostituido de Nietzsche. Le pregunté que venía luego de ese autor, y ella me respondió que no había una linealidad fija, pero supuestamente venía Marx. Oh el gran Marx, lamentablemente no lo vi en ese curso, lo cual hubiera cambiado muchísimo las cosas (y cambiaron un año después), pero lo que sí se me quedó grabado ese día fue que ella me dijo que eso no era ya precisamente filosofía moderna, sino POSMODERNA. La verdad, me costaba entender como definir exactamente esas corrientes o épocas. Sabía que la modernidad era sinónimo al cuestionamiento, ilustración, a la ciencia, a la gran búsqueda de la verdad absoluta, pero ¿qué era la posmodernidad? Eso se quedó en puntos suspensivos por un año.
Cuarto ciclo: Indicaba el gran fin de mis Estudios Generales. A partir del próximo ciclo llevaría cursos de mi especialidad, y hasta ese momento no había llevado algo de mi especialidad propiamente. Hubo muchísimas cosas que me impactaron, pero todas de otras carreras. No sabía qué hacer. Ese ciclo llevé el curso de Lingüística, Antropología y Sociología. No fueron definitivos en mi vida académica, pero en conjunto creo que hicieron que me confiara que estaba tomando la decisión correcta. La verdad no me encontraba segura, no sabía si esa carrera me iba a llevar hacia donde quería, pero cuando llevé antropología y sociología renacieron esa curiosidad por los fenómenos sociales que veía a diario y empezó a morir muy lentamente esa obsesión que tenía con la ciencia y las verdades absolutas (específicamente con las últimas). Recuerdo que llevé antropología con un profesor que no era el más querido de todos, pero ahora agradezco haber llevado con ese profesor, ya que el me presentó lo que yo vería en mis clases de teoría antropológica pero en versión ultra resumida; con decirles que vi en un solo curso lo que ahora he visto en cinco cursos distintos. Supe en ese curso introductorio qué era la antropología por sus exponentes, por los antropólogos que han existido hasta ahora. Y no, no todos los estudios son de aquellas comunidades alejadas. Supe también que muchas cosas que había visto en lingüística volvería a ver en antropología, y también de la misma filosofía. Recuerdo un tema que me llamó mucho la atención y lo miré con unos ojos de intriga y confusión, más que de obsesión: el relativismo cultural. ¿Por qué me llamó tanto la atención? Pues era algo que finalmente contradecía a mi búsqueda de las verdades absolutas y a la gran ciencia. El mismo concepto de cultura resulta fascinante contrastándolo con la ciencia. Y creo que simplemente, por instinto lolabarcelino, las cosas que no tienen respuesta y una fácil explicación terminan por seducirme mucho más rápido. Encontré en la "cultura" algo muchísimo más complejo que la ciencia. Recuerdo paralelamente estar siendo bombardeada en mi clase de sociología por ideas feministas, anti racismo, homofobia, etc las cual adopté rapidamente (me olvidé mencionar que ese ciclo me volví bastante feminista y una gran sancionadora de la discriminación en todos sus aspectos, antes ya lo era, pero ese ciclo fue brutal). Sin embargo, la antropología daba un punto de vista distinto. Siguiendo sus raíces de estudiar aquellas comunidades "exóticas y alejadas", me empecé a dar cuenta que en muchas sociedades el machismo no era mal visto, por ejemplo. ¿Qué es lo que hace finalmente que uno decida que es bien visto o mal visto? Pues es ahí donde ingresa el magnífico y ambiguo término de cultura y de "construcción". Si antes la ciencia respondía a cualquier cosa que había puesto en duda muy cartesianamente, la cultura era un factor innegable ante todo esto. Ya sabía que el bien y el mal no eran términos absolutos (aunque con Kant podríamos tratar de definirlos), pero la cultura añadía otra dimensión mucho más abstracta. Los antropólogos ponían en tela de juicio o trataban de explicar prácticas tan naturales en la sociedad como el incesto, la iniciación sexual, la dieta de las personas, la consolidación de la familia y añadían ese factor cultural. La ciencia podría decirnos objetivamente muchas cosas respecto al incesto, la dieta, etc., pero ¿qué es la ciencia al fin y al cabo? ¿de dónde viene? es producto del ser humano, entonces... La ciencia estaba siendo cuestionada por mí misma y así supe que debía seguir siendo antropóloga.
Quinto ciclo: Empecé facultad y llevé también un curso llamado investigación académica. ¿Recuerdan los puntos suspensivos en mi curso de filosofía moderna en tercer ciclo? Bueno ese quinto ciclo lo completé. Vi al aclamado Marx, Durkheim y Weber: la santísima trinidad de las ciencias sociales. Ese ciclo murió por completo mis ganas de buscar la verdad absoluta o las ganas de usar la ciencia para comprender la realidad objetivamente. Descubrí que hacer ciencia, al menos de aquellas cosas que yo quería estudiar, definitivamente no funcionaba. ¿Es posible hacer ciencia de fenómenos que devienen de los mismos seres humanos que son tan complejos? ¿Se puede dictar una verdad absoluta y universal de todos los seres humanos? Los sociólogos definitivamente intentan hacer eso una y otra vez, los psicólogos aún peor. Recuerden ese bicho que fue introducido en mí el ciclo interior: la cultura y ahora mirándolo en retrospectiva, me doy cuenta que una de mis clases de teoría antropológica también fue definitiva para mi formación académica. Era abominable tratar de dictar verdades universales o absolutas de cualquier ser humano, ya que todos son distintos individualmente y también en formación con su propia cultura. Empecé a odiar muchísimo la psicología ese ciclo y cualquier disciplina científica que suponía dictar verdades sobre cualquier persona, ya que surgió otro gran factor ese ciclo: el orientalismo y la dicotomía occidente/no occidente. Muy bonito sonaba el marxismo, muy bonito sonaban las explicaciones psicológicas del ser humano, pero están contextualizadas en occidente. Por ejemplo, los psicólogos defienden tanto el concepto de familia como vital para la formación de un niño, pero en muchas culturas la familia no es simplemente la nuclear como la conocemos, puede darse de distintas maneras. Me di cuenta que todo lo que me habían enseñado era inservible para entender a los seres humanos en general, ya que cada uno tiene sus particularidades y porque todo ha sido creado solo desde un contexto. También empecé a entender lo equivocada que estaba la gente al pensar que la antropología estudia solo a ese ser alejado: el otro. Todo eso, la antropología misma lo contradecía. Esa visión altruista de ir a lo exótico, a lo alejado contenía un énfasis tan evolucionista. ¿Qué? ¿Ahora empecé a odiar también a la evolución? Pues no voy a negar que la evolución como lo explicó Darwin tuvo conclusiones buenas, pero el darwinismo se extendió a otros ámbitos, a aquellos ámbitos que te hacen pensar que Sudamérica esta atrasado y debe progresar para ser como Europa, a esos ámbitos que te hacen pensar que las comunidades indígenas están atrasadas y son incivilizados, a esos ámbitos que te hacen pensar que por seguir ciertas prácticas, vás a llegar más lejos. Peligrosos ámbitos en la cual la ciencia llegó donde no debió llegar al tratar de describir y dictar hechos respecto al ser humano, pero si observamos más de cerca siempre el patrón es de Europa y de algunos cuantos. ¿Quién establece esa linealidad? ¿Quién establece ese patrón de desarrollo? ¿Qué es la ciencia, sino un invento creado por el mismo hombre occidental? Odié tanto la psicología, como esa disciplina occidental que la establecen solo unos cuantos, que quise estudiar a la pedofilia como un fenómeno social, tal cual como lo hizo Durkheim en El Suicidio. Paralelamente, Investigación Académica fue el curso que me redefinió una vez más que mi carrera iba a ser totalmente viada hacia la investigación. Si bien es exquisito leer y escribir en general, no hay nada más exquisito que leer para investigar algo que te has planteado, que has puesto en tela de jucio. Investigar para descubrir el por qué de algo. Y yo al ser muy perfeccionista, jamás descarte la ciencia, ya que el método científico es lo único (quizás) que hace las ciencias sociales, sigan siendo llamadas ciencias. El método científico se volvió una herramienta de organización e investigación para llegar a desmenuzar con mi necedad. Volviendo al tema de mi dicotomía verdad/cultura, sentía que estaba siempre bordando ese peligroso abismo al cual han llegado muchos antropólogos: "al fin y al cabo, todo es construcción cultural". Ese relativismo sonaba bastante cuestionante, seductor, intrigante, pero en muchos casos no llevaba a ningún lado. ¿Qué hago en el caso de muchas mujeres que son mutiladas en el clítoris? ¿Justifico ese hecho una vez más en la cultura como buena antropóloga, ya que sería demasiado occidentalizada al calificar esa sociedad como machista (lo cual harían los sociólogos)? Aunque no parezca, el relativismo y el construccionismo cultural no terminaron por convencerme nunca por completo, siempre me pareció peligroso e indiferente. Pero no voy a negar que la dicotomía occidente/oriente me dejó encandilada quizás en mi posición de subalterna al ser una antropóloga peruana frente a todos los antropólogos europeos y americanos que leía todos los días. En algún momento un peruano como yo fue su objeto de estudio, su "otro". Ese personaje exótico, distinto a él, subdesarrollado, primitivo, incivilizado.
Sexto ciclo: Recuerdo haberme llamado románticamente una esponja ciclos pasados, no dudo en seguir siéndolo, quizás ese sustantivo era el más apropiado en una época en la que recibes educación interdisciplinaria de todos lados. Sin embargo, si bien era una esponja, también en facultad surgió otra característica más que se notó muchísimo más ese sexto ciclo. El verano del 2013 había viajado a Houston. Mi queridísimo Fernando (el cual me ha apoyado muchísimo en esta faceta y es la persona con las mismas ganas de aprender, conocer, vivir como yo) a puertas de graduarse como físico en una universidad gringa estaba más informado que yo respecto a las universidades allá, ya que no por ser gringas iban a ser mejores que las peruanas. Al ver la currícula de muchas universidades gringas, supe que lo mejor iba a ser hacer algún posgrado o doctorado allá. Lo sé, es muy aventado pensar en posgrados y doctorados a estas alturas, pero recuerden que yo, por mis infinitas ganas de aprender y conocer, eso incluía explorar otras tierras, otro cosmos, ya que lamentablemente en el Perú no hay la formación posterior que me gustaría tener. Y para ser aceptada en alguna universidad de allá, debía sacar lo mejor de mí. Sí, el fetiche de la nota como dijo una vez mi profesor, pero él mismo reconocía que nos encontramos subyugados a esa estandarización de calificación para alcanzar lo que queremos. Entonces como buen carro de carreras, como dice mi papá, me propuse una meta, varias metas, una tras otras; y como soy Lola Barcelona, es obvio, estoy segura, estoy más que decidida que lograré todas. Porque hasta ahora, todas las cosas que me he propuesto, no sé si por una obsesión en mí, por ser demasiado competitiva, ambiciosa, qué se yo, pero todo lo que me he propuesto, lo he logrado, señores. Con mucho sudor, con muchas lágrimas, amanecidas, enfermándome seguido, pero si quiero algo, lo consigo sí o sí. Entonces, a penas entré a facultad, sin seguir divagando qué era lo que quería, comencé una carrera que continúa hasta ahora (¿quizás por eso se llama carrera profesional? jeje), me he convertido en la persona más chancona, estudiosa, perfeccionista, ambiciosa de la tierra. No tengo tiempo para nada, y el tiempo libre que tengo leo más, me informo más y trabajo. Mientras muchos de mis amigos siguen juergueando, eso hace tiempo perdió significado para mí. Me divierte aprender, me divierte estar en ese proceso orgásmico de alcanzar lo que quiero. Pero en ese proceso de alcanzar lo que uno quiere, esa gran meta, surgen minimetas, y pequeñas satisfacciones inesperadas. Sin vanagloriarme mucho, he llegado a escribir muy buenas monografías y hacer investigaciones bastante minuciosas. Cada vez me aseguraba a mí misma, que la investigación era lo mío, era lo que más me apasionaba hacer. Tanto me gusta la investigación que empecé a enseñar y fue algo que me encantó, ya que aprendí mucho de carreras que menosprecié por muchos años como administración, gestión, publicidad. Sentía también cómo la antropología era transversal a los temas que asesoraba y que aquellos me servirían en algún momento. Estaba y estoy muy feliz con mi carrera. Ese ciclo llevé dos cursos que una vez más contradijeron el típico ámbito de estudios del antropólogo: la ciudad y la vida cotidiana. Era tan genial ver como podía analizar con herramientas antropológicas fenómenos tan cotidianos que guardan una lógica tan compleja detras de ellas, cómo uno puede desmenuzar y desnaturalizar prácticas tan normalizadas en la vida de uno; también ser autoreflexivo y dejar de ser aquel Hombre Blassé; volver a impresionarme por aquellos detalles de la ciudad. Lo impresionante no es sinónimo de exótico, y lo impresionante no está muy lejos de uno, está tan cerca como a la vuelta de la esquina, es cuestión de mirar y cuestionarse todo lo que sucede alrededor de uno. La antropología urbana empezó a resaltar como mi nuevo interés, y ¡vaya que son pocos los antropólogos urbanos! Al final no sé si aquellos que estudian a los pueblos "más alejados" lo hacen con ese sesgo exotizador que tanto detesté desde hace años, espero que no sea así. Al final de ese año se dieron oportunidades muy grandes de volver a Europa luego de cuatro años y ver Paris, la ciudad que había leído tanto en muchos libros con unos ojos totalmente distintos. También conocer más y más lugares.
Séptimo ciclo: Recuerdo comenzar el ciclo con un increíble jetlag luego de regresar de Finlandia a Perú. Se cumplen mis sueños poco a poco, conozco más lugares, conozco más personas, me sumerjo en un cosmos distinto al mío y contemplo todo a mi alrededor. Ver y entender a Europa luego de haber leído tantas cosas es increíble, y leer más cosas luego de haber visto muchas otras es también increíble. Recuerdo estar en el frío insoportable finés cenando con un antropólogo anglo-americano, el cual también había viajado por medio mundo, y me dijo que cuando uno viaja, uno aprende más que en un pregrado, posgrado o doctorado. Lo reafirmo yo mil veces, la experiencia de viajar(y no me refiero como típico turista, por favor), es excepcional. Uno aprende muchísimo cuando viaja, pero eso depende también de uno. Los viajes, así como los libros te dan experiencias que son inigualables e irrepetibles. Y acá hago un paréntesis diciendo que tuve el mejor compañero de viajes que pude haber tenido, ya que compartíamos la misma curiosidad por conocer, lo avezados que hemos sido para viajar juntos por cielo, mar y tierra, las ganas constantes de aprender y de intercambiar libros y pensamientos en cualquier momento, mi compañero de vida con el que he tenido unas experiencias que ni me las imaginaba en sueños, momentos que ni se le hubieran ocurrido a la persona más soñadora del mundo, conversaciones hechas para plasmarlas en libros, recuerdos, instantes que no constan simplemente en besos, caricias o abrazos, sino en recuerdos poco convencionales e inolvidables que nos han perseguido desde que nuestras vidas se toparon. Pero yo quiero aún más y más, por eso sigo estudiando como desquiciada y trabajando. Este ciclo quizás no está siendo tan bueno como el anterior, o al menos yo lo siento así al ser tan exigente conmigo misma. A mi derecha tengo un libro abierto de Michel Foucault y a la izquierda uno de Pierre Bourdieu (no es broma) y creo que es la manera mas accidental y precisa de describir esta etapa. Ambos detestaron ser llamados posmodernos y posestructuralistas en su momento; sin embargo, todo el mundo sabe que ellos son grandes exponentes de aquellos movimientos. Siempre que he leído autores en filosofía, antropología o sociología, ninguno me terminaba de convencer al 100%, o si lo hacían, al final leía a otro autor que me convencía aún más, pero estos dos autores especialmente, junto a otros como Derrida, Lacan (y también de otras corrientes), no es que me han convencido, pero hasta ahora en muchos aspectos no encuentro contradicciones claras. Quizás es porque son hasta ahora los más contemporáneos que he llegado a leer. Rescatan de manera perfecta lo que me llamó tanto la atención en mi quinto ciclo al ser tan inquisidora con la concepcion occidente/no occidente. Foucault, al ser tan prostituído no ahondaré mucho en él, ya que creo que el video del debate de él vs. Chomsky es más visto que el cabezaso que le metio Zidane a Materazzi, pero a grandes rasgos, me fascina la idea de desnaturalizar, deconstruir todo a nuestro alrededor. Foucault niega la naturaleza humana, ya que todos hemos crecido en un contexto histórico y cultural. Foucault también rescata la idea del discurso, señalando que es necesario hacer un análisis epistemologico a los discursos creados a lo largo de toda esta época, hay ideologías de por medio, hay contextos de por medio, hay poder de por medio, la sociedad normaliza lo que le conviene en ese momento. Bourdieu si bien señala que estamos inscritos en una estructura social que nos somete, también rescata la agencia del individuo al poder modificar aquella estructura, tomándola como mutable, cambiante, histórica. Me gustaría resaltar a este último autor, ya que él ha rescatado esa agencia, esa individualidad y no ese determinismo social en la que muchos sociólogos y antropólogos se escudan y creen que al decir que todo es construccionismo ya han descubierto la pólvora. A veces siento que hay una línea, a veces siento que no. ¿Pero dónde esta el límite entre la individualidad y la colectividad del sujeto? ¿Hasta qué punto se comporta por la sociedad o en contra de la sociedad o simplemente por su psiquis? Es por ello, que sigo persistente con el caso de los pedófilos, y no me cansaré hasta hacer una investigación amplia respecto al tema. Me parece un ejemplo perfecto en el que no sé si Foucault facilmente me diría que es la sociedad la que los ha calificado como desadaptados sociales y los está sancionando al encerrarlos, pero yo creo que hay cosas que van más allá de eso, quizás. O quizás es fácil decir para un antropólogo que el pedófilo es un desadaptado social que la sociedad intenta normalizar, pero a la hora de la hora estaría de acuerdo con meterlo en la cárcel. ¿Qué es lo que hace finalmente que un desadaptado social decida salir de lo que la sociedad ha impuesto como normal? Es por ello que me he amistado por conveniencia con la psicología, e incluso he optado estudiarla quizas como un posgrado. ¿Qué? ¿No que la odiaba con todo mi ser? Pues sí, como diría Foucault, es un saber-poder totalmente peligroso y discursivo, pero me interesa saber cómo piensa el psicólogo, cómo rescata de manera inductiva la individualidad del ser humano y cómo estas cualidad probablemente se apliquen para todos traspasando culturas, porque total, ¿es algo biológico, no? Psicología y cultura, ¿podrán reconciliarse? Otro último aspecto que también ha impactado mucho en mí es la subalternidad y los estudios poscoloniales. Debo admitir que Orientalismo de Edward Said causó un impactó grande en mí, y por influencias foucaultianas, estoy en esa etapa en la que me flagelo a mí misma como antropóloga y a la vez me encuentro en esa posición "privilegiada" de no ser una antropóloga europea, sino peruana, pero que al fin y al cabo utiliza conocimientos europeos. La misma idea de izquieda, duela a quien le duela es una concepción occidental, la antropología misma es occidental (y con un pasado muy oscuro al ser colonizador), ese otro exotizado y alejado no existe per se, sino ha sido creado como un imaginario por el mismo occidente, etc. y no es que sea una aguafiestas criticando todo y dejándolo así, yo simplemente creo humildemente que siempre es bueno tomar en cuenta la posición desde la que uno dice las cosas. En conclusión, últimamente lo que más me llama la atención por estas últimas influencias posmodernas, son los análisis discursivos, desnaturalizadores y deconstructores.
Siento que este post ha sido un embudo en el que probablemente mientras más uno haya avanzado al leer, menos uno entendía. Veo así como a grandes rasgos he agudizado mis gustos, me he vuelto bastante interdisciplinaria y también cada vez me voy especializando hasta parecer estar hablando en chino. Quizás un antropólogo o un filósofo diría que esto fue un análisis bastante superfluo de muchos autores, y quizás alguien que no tenga nada que ver con la disciplina diga todo lo contrario. Una de mis metas que me plantee al entrar a facultad fue que a la hora de escribir libros quería que todos puedan entenderlo y no solo un reducido círculo de antropólogos, ya que desearía que el conocimiento de todo lo que sabemos que podemos conocer hasta ahora, esté al alcance de todos. Espero estar lográndolo de a pocos. Como verán no soy la típica antropóloga feminista, o defensora de las comunidades indígenas, etc. Tampoco es que sea una insensible, creo que todo lo contrario. La ciencia no me ha ayudado a entender estos fenómenos, tampoco la cultura, es todo en conjunto lo que me está ayudando a entender muchos fenómenos, injusticias que suceden en este país de mierda, y a veces cuando uno llega a saber de a pocos por qué se dan tantas injusticias uno se llena más de cólera y angustia. Saliendo a marchar no vas a cambiar el mundo, pero creo yo estar poniendo mi grano de arena ante tantas cosas que me indignan con la investigación y con todas las interpretaciones y libros que he podido leer. Creo que para poder cambiar al mundo, primero hay que entenderlo o tratar de hacerlo. No se trata de justificar por qué suceden todas estas cosas, sino de hacer ver a la gente que hay un por qué detrás de cosas y discursos que parecen tan naturales en nuestras vidas, pero que en realidad han sido creados, construidos y reforzados a lo largo de la historia. *Poner cualquier ejemplo aquí* Quizas siendo más conscientes de que no debemos ser tan cerrados ante tantos cambios, nos permita ser más reflexivos y tolerantes y no causar conflictos sociales tan caóticos.
La posmodernidad me ha invadido, nos ha invadido. Muchos dicen que la posmodernidad es lo peor que le ha podido suceder a la historia, pero tal vez hay un problema al definir esta corriente (lo cual también es un punto bastante posmoderno). Siento que la modernidad y la posmodernidad es una casa de dos casas sin techar aún, al menos así lo siento en mí. Yo creo que ambas corrientes tienen como punto cuestionarse pero luego van en distintas direcciones, sino el prefijo de "post" no sería una crítica implícita a la etapa anterior. La posmodernidad no lleva a nada, dicen muchos, sin embargo, desnaturalizar todo no es que no te lleve a nada, tratar de justificar todo con puntos finales quizás sí. Hay aspectos bastante atractivos de esta corriente que me atrevo a rescatar y viéndolo desde mi punto de vista, hay aspectos atractivos en todos mi carrera universitaria que vale la pena destacar y rescatar por más que haya estado construyendo un edificio uno sobre otro.
Leí alguna vez que la antropología ha vuelto a muchos posmodernos, amargados, sobreanalíticos, relativistas, políticamente correctos, lo cual, no voy a negar que es completamente cierto. Me ha pasado a mí, le ha pasado a muchos. La posmodernidad cuando roza con el relativismo y la indiferencia es tan peligrosa, por eso solo rescato algunas cosas. El construccionismo puede llegar a ser tan determinista como muchas otras corrientes que ya han sido dejadas atrás, por eso hay que tomarlo también con pinzas y por eso optado estudiar en algún momento la disque individualidad del ser humano per se. Pero lo que sí se que ha dado la posmodernidad, la antropología es algo que una gran amiga me dijo cuando yo le decía que esta carrera me estaba volviendo amargada de toda mi realidad, ella me respondió que la carrera o empezar a leer sobre antropología la había ayudado a superar complejos. Nunca entendí bien a qué se refirió con complejos, pero creo que al desnaturalizar muchos discursos impuestos a lo largo de nuestra vida, uno o se indignaria más con la sociedad (como yo), pero a la vez uno se sentiría muy tranquilo consigo mismo. Lo que si recomiendo, ante cualquier disciplina o texto, siempre es bueno contextualizar lo que uno lee, creo que eso es un detalle muy importante que rescato en esta etapa inacabada y creo que aún perdurará. Cuestionen todo a su alrededor, no vean nada como inmutable, jamás piensen que lo saben todo y por favor, contextualicen. Vean más allá, mucho más allá. (ay no, pero, ¿eso no sonó metafísico? qué moderna)
“No acepten lo habitual como cosa natural pues en tiempos de desorden sangriento, de confusion organizada, de arbitrariedad conciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar”
―Bertolt Brecht