Lady Blue.
Extraño esos ojos dormilones. Extraño la bemba pequeña.
Extraño la ausencia de nariz. Extraño los rulos romanos. Extraño tus colores en
tu ropa y la camiseta del Boca. Extraño verte llegar moviendo los hombros y
caminando de lado a lado. Extraño tu voz en las mañanas, tus “Buenos días”. Extraño
cómo te quedabas dormido mientras hablábamos por teléfono en las noches y yo
decía mis monólogos existenciales. Extraño nuestro verano que pensaba que se
iba a repetir pero ya no. Extraño estar echada contigo en el pasto, riéndonos,
hablando. Extraño estar echada contigo en nuestra manta. Extraño que tú lleves
tu comida y yo la mía, e intercambiarlas como niños que intercambian sus
loncheras. Extraño estar contigo en clases, comentarlas y reírnos de todos (qué
rajones éramos). Extraño estudiar contigo, entre chanchadas, bromas, besos
discusiones, para luego ver nuestras buenas notas, que el secreto para sacarnos
buenas notas somos nosotros juntos. Extraño nuestro blog que dejamos abandonado
y que tú mismo propusiste hacerlo. Extraño que me cantes las canciones de Calle
13 al oído. Extraño escuchar a Cocorosie, Sufjan Stevens, The Beatles echados
en tu cama. Extraño tu colchita de Star Wars. Extraño ver Stumbleupon y todos
los programas de concursos en Youtube. Extraño nuestras curiosidades
compartidas, nuestros diálogos dignos de hacer un libro al estilo de Platón.
Extraño ver cómo cada día que pasaba aprendías algo nuevo, cambiabas para ti y
eras mejor persona. Extraño ver tu cara de falsa modestia cuando te sacabas un
20. Extraño ponerme picona cuando yo me saco un punto menos que tú. Extraño la
sensación de felicidad que sentí cuando me dijiste que sacaste 20 en
Arqueología, te juro que jamás me sentí tan feliz por alguien más. Extraño que
te coles a mis clases de Realidad Social, a pesar que eran muy tarde. Extraño
que me alientes por un curso que me va mal, como lo hacías en Filosofía
Moderna, no sabes cuánto valían tus palabras. Extraño el cambio radical que
sentí en ti en el tercer ciclo y que nunca había sentido tanto cariño desde una
persona. Extraño cómo te preocupabas por mí cuando hacía trabajos hasta tarde o
estudiaba y tú te quedabas acompañándome. Extraño nuestros planes sobre nuestro
viaje a Cusco. Extraño tomarme fotos contigo, muchas, muchas fotos. Extraño que
cuando cometías un error antes, me tratabas de escuchar y comprender al máximo.
Extraño ver tu carita de desconcertado de hacer todo tu esfuerzo por entenderme
y ver cómo te costaba, pero lo hacías igual. Extraño cuando te salían lágrimas
de impotencia cuando no me entendías y me veías mal. Extraño que a veces tus
abrazos y tus besos, valían mucho más que unas palabras para hacerme sentir
mejor. Extraño comer menú al frente de la universidad contigo y quedarnos
hablando por horas hasta que la gente llegaba a chupar. Extraño morderte los dedos y el hombro hasta que me des cabezazos Extraño que siempre tengas la mano en los pectorales protegiéndote de mí. Extraño cuando te fijabas en mi ropa y decías "bobitos". Extraño esa vez que fuimos a comprar nuestras mochilas. Extraño cuando te metías en el bolsillo nuestros celulares y movías la pierna. Extraño cuando probabas
el refresco para saber si era el que me gustaba. Extraño ir a comprar libros
para ti y demorarme horas escogiendo el indicado. Extraño ir a Starbucks
contigo, extraño ese día que fuiste por primera vez y la cara de placer cuando
probaste el Frapuccino de fresa. Extraño que me acompañes a mi casa y estar
abrazados en el carro. Extraño ir a Quilca contigo y comprar libros de a sol.
Extraño nuestro Quilca de las comidas (como tú lo bautizaste). Extraño ir a San
Marcos y simplemente caminar en el caos de la gente. Extraño agarrarme de tu
brazo por más que a veces pensaba que era una especie de sumisión, pero lo
hacía por inercia. Extraño el diofhosdihfbuffetiohfohifdg. Extraño ese día que
terminamos tan llenos que vomitaste. Extraño ver como a ti te gusta todo lo que
a mí me gusta. Extraño que me hables de atletismo, de la videna, del vale todo,
del tae kwon do (tengo que admitir que ese es mi tema favorito), de Usain Bolt.
Te extraño a ti, mi crítico de fútbol. Extraño verte jugar fútbol a pesar del
miedo que sentía que me caiga la pelota. Extraño ver ganar a tu equipo. Extraño
verte con ese uniforme granate. Extraño nuestras vueltitas de salsa que
hacíamos en plena calle. Extraño cuando te enseñaba a bailar en tu cuarto.
Extraño el día que fuimos a tu azotea en verano, tomamos vino y bailamos en
pleno atardecer. Extraño cuánto te gustaban mis fotos, y cómo las analizabas. Extraño cómo te fijabas en cada detalle mío. Extraño cómo me echabas la culpa de la muerte de Spinetta,
luego de que tú y yo abusáramos auditivamente de él. Extraño cómo combinábamos nuestros
himnos: Brindo, Cuentos Modernos, Una nueva historia violenta, Cementerio Club.
¿Y te acuerdas de las antiguas? Tabaco y Chanel, La vuelta al mundo, Muerte en
Hawaii, El hombre que no podía dejar de masturbarse, Guerras perdidas, My
Little Girl, Mr. Curiosity, mi novio Gremlin. Extraño que absolutamente con
todas esas canciones hemos hecho el amor y de maneras muy lindas. A veces
pienso que escuchar Lady Blue tantas veces hace unos días, fue una especie de
augurio. Extraño ver tu sed de saber más de ciencias, de física, de astronomía,
de historia, de películas, de música. Extraño como compartías conmigo cada
cosita nueva que aprendías. Extraño que los días que te ibas dando cuenta de
los errores que cometías yo estaba a tu lado abrazándote. Extraño lo mucho que
me hacías reír con tus frases, y que me aguantaba reírme con tus chistes
monses. Extraño comprar una Dominator, ir a PHD, y todos nuestros excesos que
me hicieron subir tantos kilos que ahora estoy perdiendo poco a poco. Extraño
que lleves todas las mañanas un pan de emolientero porque sabes que nunca
desayuno. Extraño bailar contigo latin pop en un quinceañero. Extraño verte con
terno y yo con vestido y tacos. Extraño ver tu fondo de pantalla con mi nombre. Extraño que me exijas cantar. Extraño ver tu iTunes lleno de mis canciones. Extraño nuestro único viaje que hicimos a Ica.
Extraño tu comprensión cuando me ponía a pensar en estupideces y decía
estupideces. Extraño la manera como me tocabas, como me hacías llegar. Extraño
la manera como me besabas, nunca faltaba un mordisco. Extraño tu olor, tu
perfume que tenía tu esencia. Extraño que me hables de mitología griega.
Extraño sorprenderme con lo mucho que sabías en ciertos temas. Extraño que me
digas todos esos nombrecitos con los que me bautizaste. Extraño nuestro mundo
ñamístico que creamos, ¿dónde quedó? Extraño que mandes todo al tártaro, ¿ahora
qué hay en el tártaro? Extraño tu risa descontrolada cuando te hacía cosquillas
o cuando veíamos algo gracioso en internet, la última vez que la escuché fue el
jueves. Extraño que soportes mis pataletas en Estadística cuando no entendía. Extraño ver nuestra foto en mi celular. Extraño la pulsera morada que te compré en Trujillo. Extraño los tallarines que hacían en tu casa. Extraño cuánto extrañabas tu tortilla de tallarín. Extraño tu hombro derecho. Extraño agarrar tu mano. Extraño tus abrazos tan seguros. Extraño como me mordías los cachetes. Extraño lo mucho que te encantaba jugar con mi pelo. Extraño que te pongas todo provocador y salvaje por msn, celular o en persona. Extraño que seamos buenos clientes en Wong. Extraño planear nuestros horarios y estresarnos juntos. Extraño comprar contigo los dulces baratos que venden afuera de la universidad. Extraño amanecerme contigo haciendo trabajos. Extraño caminar largas rutas contigo. Extraño el Cocharcas y el Huandoy. Extraño salir contigo a la primera hora de Estadística para irnos a tomar
yogurt, comer helados o una ensalada en Mundo Light. Extraño acumular los 10
tickets para Elos contigo. Extraño tu daltonismo. Extraño tu mirada de costado
y que luego te dolían los ojos. Extraño ver películas contigo en tu laptop.
Extraño ese día que no querías comprar Raspadillas por rochoso. Extraño que me
digas que yo también lo era, porque es verdad. Extraño que me digas que celebre tus gracias. Extraño lo tragón que eras. Extraño que te despidas de mí como
un vaquero. Extraño ver cómo te alejabas en una bicicleta. Extraño nuestras
conversaciones por webcam. Extraño cómo rajábamos de los enanos (tú sabes, esos
seres). Extraño cómo admirabas mi extrema puntualidad, pero aprendí a serlo
contigo. Extraño tu daltonismo. Extraño tu TDAH. Extraño tu hipermetropía.
Extraño esas noches que veíamos el cielo y cómo las nubes se movían tan rápido
y las estrellas brillaban tanto. Extraño nuestra accidentada primera vez.
Extraño nuestro mundo lleno de memes. Extraño nuestras miradas coquetas en
Estadística (con Osorio), no nos conocíamos pero no mirábamos. Extraño cuando
te proyectabas conmigo idealistamente. Extraño acabarme el saldo de mis
mensajes contigo. Extraño escupirte agua del bebedero. Extraño esas escasas
veces que dijiste que era perfecta. Extraño cuando me decías hermosa. Extraño
que quieras ser mejor para mí. Extraño que quieras demostrar que me quieres por
más que no puedes. Extraño que hagas cosas por mí. Extraño que me quieras sinceramente y que me digas que nunca
lo dejarás de hacer. Extraño que si bien estás en un proceso de cambios y
confusión, en lo único que te veía seguro era conmigo. Extraño cuántas cosas
planeamos juntos, lo mucho que luchamos por los dos y ahora eso desapareció.
Extraño tu analogía del edificio por construirse: lo peor de todo es que no lo destruiste
piso por piso, sino trajiste un demoledor y listo.
Quizás tu no extrañes nada de mí, ni nada de esto. Tal vez tu universo, nunca fue el mismo que el mío.
Quizás tu no extrañes nada de mí, ni nada de esto. Tal vez tu universo, nunca fue el mismo que el mío.
¿Qué hice mal? Mi único error fue elegir una caja pequeña.
Cómo no me va a costar tanto superarlo después de cada instante, después de
todo mi esfuerzo, después de cada palabra tuya, cada promesa. Si bien fuiste
una caja pequeña, por un año demostraste que no eras una caja, sino una mente
que cada vez se expandía por sí mismo por ti y por mí. Pero la cobardía te
invadió, la confusión, la inmadurez a no querer escucharme y en vez de tomarlo
como palabras, sino como sonidos.
“Me encanta tu inmadurez. Me encanta cuánto me cuesta poder adaptarme a tu inmadurez. Me encanta ver cómo te haces más maduro de a poquitos. Me encanta tu falta de tacto y que a ti te encante el mío. Me encanta que reconozcas tus errores y trates de remediarlos. Me encantas cómo quieres ser mejor para mí (diría en general, pero sé que te la suda). Me encanta que me hayas dejado verte crecer junto a mí. Me encanta que seas un edificio en construcción.”
Eso lo escribí ya hace un año y sí que las cosas han
cambiado, y hemos pasado por mucho. Sin embargo, sabes bien que si regreso el
tiempo al jueves, me darías la razón en esa cita, pero el viernes simplemente
es todo lo contrario. Un final como este, con tanta indiferencia,
insensibilidad, pareciera que no vivimos todo lo que “extraño”. Ni siquiera la letra de Lady Blue se amolda a esta situación, porque no fue horrible nuestro año. Tu inmadurez no me encanta, la detesto, porque eso nos mató.
Hubo cosas buenas, hubo cosas malas. Evidentemente no
extraño las cosas malas, las cosas diminutas y estúpidas, pero cuando te
arrebatan todo de un trancaso, lo único que quieres es regresar el tiempo
aunque haya cosas malas, con tal de revivir lo bueno. Lo peor de todo es que justamente fue un
trancaso porque para mí no eran recuerdos buenos los que iban a revivir en mi
mente, sino un futuro que era posible de seguir soñando juntos.
Este post es prueba que hubo momentos en los que dejaste de ser niño, no fuiste cobarde, no fuiste inmaduro, fuiste valiente, luchaste por lo que querías, te esforzaste. Que la inmadurez, el niño interior cobarde y tú, eran personas distintas (o lo son). Pero así como muchas otras cosas, tuviste épocas en las que demostrabas todo lo bueno de ti, pero tu batalla interna te ganaba a veces y esta vez te terminó derrumbando. La confusión que sientes es la sensación de haber perdido esa batalla una vez más. Si todo esto fue posible, es porque tú a momentos dejaste de ser un niño.
Este post es prueba que hubo momentos en los que dejaste de ser niño, no fuiste cobarde, no fuiste inmaduro, fuiste valiente, luchaste por lo que querías, te esforzaste. Que la inmadurez, el niño interior cobarde y tú, eran personas distintas (o lo son). Pero así como muchas otras cosas, tuviste épocas en las que demostrabas todo lo bueno de ti, pero tu batalla interna te ganaba a veces y esta vez te terminó derrumbando. La confusión que sientes es la sensación de haber perdido esa batalla una vez más. Si todo esto fue posible, es porque tú a momentos dejaste de ser un niño.
Lamentablemente el amor no es de uno, es de dos. Es por ello
cuestión de aceptarlo. Pero la crueldad no puede irse de mi mente. Dices que no
sabes, porque ni siquiera te entiendes a ti mismo. No sé si lo haces porque
quieres que esté bien, pues no ha sido la mejor manera, incluso lo contrario.
No sé si lo haces porque te cansaste, tal cual niño egoísta, de un juguete y
simplemente ya no quieres jugar con nada. No sé si lo haces por pura cobardía,
solo cobardía, pues la cobardía te está matando. Eso de querer y no querer de un día para otro, de no sentir nada, de una indiferencia frívola o quizás paulatinamente sin motivo alguno, es producto de tus guerras perdidas, del niño interior, de la caja pequeña.
A veces parece que tu te fuerzas a dejar de querer algo, como si tuvieras miedo de que ese niño interior surja haciendo daño, cuando en esos momentos, el miedo ya es producto de que salió de ti mismo. Escapa, escapa, escapa que algún día te darás con una gran pared, o quizás ya te has dado con muchas que en vez de enfrentarlas, escapaste.
A veces parece que tu te fuerzas a dejar de querer algo, como si tuvieras miedo de que ese niño interior surja haciendo daño, cuando en esos momentos, el miedo ya es producto de que salió de ti mismo. Escapa, escapa, escapa que algún día te darás con una gran pared, o quizás ya te has dado con muchas que en vez de enfrentarlas, escapaste.
Fue a quema ropa el disparo, fue inesperado. Es como si
alguien muera en tu vida, habiéndote dicho en sus últimos segundos de vida que
ya no te quería, y ahora solo está penando. El mundo es injusto, la vida es
injusta. Cada día me levanto con esa sensación de que todo anda bien, hasta que
me doy en cara con la nueva realidad y me rompo en pedazos. No se fue
destruyendo de a pocos simplemente sucedió. Como decía nuestro profesor de
Ética, el mundo se destruye de a pocos, eso es lo lógico, lo coherente. Lo
irracional es que haya un día determinado y de un momento para otro esté dicho,
como todos los ilusos que creen en el 21 de diciembre. Ahora quien sabe,
¿verdad? Pues yo creo lo que hace injusto al mundo son las mismas personas, no es
el destino. Entonces, ¿yo qué hice? Simplemente escoger la caja pequeña, ser
tan ingenua y noble de nunca esperarme esto, por estar más ocupada en quererte
y comprenderte.
Cada día que pasa, es inevitable guardar una esperanza
ilusa. Una esperanza ilusa que cada vez se desvanece tanto por el hecho que sé
que nunca reflexionará la caja pequeña con su mirada indiferente; y también
porque posiblemente cuando reflexione, yo ya haya perdido por completo la
esperanza, porque si bien esto causa dolor ahora, quizás resentimiento será
luego.
Me cuesta dormir por las punzadas en el pecho, por la gran
herida abierta que tengo, pero duermo con la conciencia tranquila, mi almohada
es tibia. Después de todo no hay nada peor que dormir con la conciencia intranquila,
saber que uno ha cometido errores, saber que uno le ha hecho daño a alguien
más.
Es raro que al séptimo intento escuchaste salir de mi boca
un “sí quiero” y ahora, mira. Son las vueltas de la vida. Ese 26 de setiembre
del año pasado que no me podía concentrar en mi clase de Antropología Urbana
veía mi celular cada minuto para que sean las 6 de la tarde e irme a los pastos
para el comienzo de esto. Ahora solo veo mi celular esperando algo que creo que
nunca llegará.
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