Serendipia. Hace 7 meses me levantaba a las 6 de la mañana como hoy, sonriendo, con mucho que contar a mi amiga. Sonriendo como si hubiese hecho una travesura. Una, muy dulce, travesura. Nos esperabamos como el día anterior, pero eramos demasiado orgullosos para aceptar que nos esperabamos.
Lola se bajó de la combi. Siempre que bajaba de una combi se sentía algo desubicada y se daba una vueltita como un perrito que quiere acomodar y definir su espacio. Se ubicó y volteó a la izquierda. Caminaba y sus ojos estaban estrellados, felizmente andaba con lentes de contacto, pero hubiese sido mejor andar con lentes para que no se note la pequeña laguna que se formaba en sus ojos. Movió la cabeza hacia atrás bruscamente como para tragar esas pequeñas gotas. Le sonaba el estómago. No quería llegar a comer a su casa. No pensaba que volvería tan tempano.
Paro en un carrito de dulces. Una señora que se quedaba dormida y parecía estar con mucho frío era la dueña pero estaba sentada al frente apoyada en la puerta de un restaurante. Las punzadas volvían. Quería comprar algo, pero no sabía como despertarla hasta que la señora abrió los ojos y la vió husmeando entre sus dulces.
-Tengo chocolates, chicles, galletas...- dijo la señora enseñando cada dulce, hasta que la vio a las ojos. Sus ojos eran charcos, lagunas. El maquillaje se le corría poco a poco.
-Ay, señorita, niñas bonitas como usted no deberían estar tristes.- le dijo mientras Lola le señaló un Sublime y le dio un sol, sin hablar. La señora siguió hablando.
-Ay niña, si chicas lindas así como usted lloran, que será de las mujeres. Esos hombres son unos sinvergüenzas.- le dijo con un tono para subirle el ánimo, pero a ella ya se le había escapado una lágrima seguía viendo los chocolates fijamente. Un chico se acercaba.
-Vamos, señorita, no llore, que de seguro ese desgraciado no merece sus lágrimas.- le dijo enseñando los dientes sucios, pero a la vez una sonrisa con tantas buenas intenciones. Lola finalmente sonrió secándose la lágrima que se escapó.
-Un galletas integrales, por favor.- dijo el chico que había llegado hace unos segundos. Lola salió del trance en que se encontraba. Pasajera en tránsito perfecto. Bocinas de los carros de la Brasil. La señora le sonrió como si fuese una cómplice y le regaló un caramelo de manjar blanco. Ella moría por esos caramelos cuando era pequeña. ¿Y ahora qué era? ¿No seguía siendo "pequeña"?
-Gracias...- dijo Lola susurrando suavemente y desapareciendo mientras hacia sonar sus botas extrañamente limpias.
Volteó una vez más a ver a la señora, ella y el chico la miraban fijamente. Sintió que su cara le empezó a quemar y volteó bruscamente. Empezó a caminar por la gran pared blanca, nunca se había sentido tan sola, tan desilusionada.
Llegó a su casa con miedo, no quería que le abra su madre. Toco el timbre. Se demoraban. Abrieron la puerta y ella desesperada se secó las últimas lágrimas.
-¡Muñeca!- dijo su mamá alegremente como siempre la recibía, aunque con un tono algo extrañado esta vez.
Lola no dijo nada, solo le sonrió y enseñó esos ojos con el maquillaje corrido.
-¿Qué tal te fue?
-Bien- dijo Lola secamente.
-¿Por qué tan temprano? Pensaba que hoy tocaba tu curso Al...- comenzo a decir su mamá mirándola extrañada. Lola la cortó.
-No, hoy no pudo. No me llamo y creo que tiene cosas más importantes que hacer.- dijo Lola entrando si mirarla.
-Por eso regresaste temprano... por eso te fuiste temprano de la casa de tu amiga. Pensabas que lo ibas a ver, ¿verdad?- le dijo como si le estuviera restregando algo en la cara. Lola se quedó callada mientras subía las escaleras. Detestaba que le tengan pena.
-Ay, hija, cuándo te darás cuenta...- sus últimas palabras. Como si fueran para Lola, pero diciéndoselas a sí misma.
7 meses después. Me levanto a la misma hora que ese día. Miro mi reloj. Veo mis mensajes. Llamo, descolgado. Hundo mi cabeza en la almohada, lista para mi horrible manía...
Me ha gustado mucho tu texto.
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita