martes, 26 de junio de 2012

Jugo de fresa con leche




Dijo que me había preparado un jugo de fresa para levantarme el ánimo. Estaba riquísimo. Es uno de las pocas bebidas en las cuales acepto el sorbete que me ofrecen con gusto. A veces acepto el sorbete por protocolo, otras porque no las pienso y otras porque, luego terminarán en el tacho (todas). Pero, los jugos, eso sí. La costumbre que agarre desde que me di cuenta que no podía tomar jugo de naranja, empecé a tomar todos los jugos con sorbete y el jugo de fresa con leche, nunca fue la excepción. 

Sin embargo, ese jugo de fresa con leche lo habían hecho con amor. Lo miré de reojo y él estaba ocupado en su computadora. Sabía que estábamos solos. No quería terminar recitando a Marvell y sus poemas provenzales en mi cabeza. Jalé con más fuerza el sorbete para llamar su atención. Hubo un sonido de burbujas con sobrepeso rompiéndose en el aire, chocando en el vidrio. Ese sonido que anuncia que ya acabaste con la bebida. Volteó, sonrió y me ofreció más. Yo me limpiaba la boca con la palma de mi mano y solo moví mi cabeza verticalmente. Mi mano estaba melosa. Ese olor de sustancia tensioactiva y anfipática me resultaban cómicos.

lunes, 25 de junio de 2012

Nudos ahogados


A veces,
a veces quisiera adelantar el tiempo
-ya no retroceder-
y que yo esté ahí,
nuevamente,
en esa sala de un color blanco nihilista y frívolo
esperando un aterrizaje que nunca llegará.
Me ahogo, me ahogo y me ahogo.

Anhelaba el contenido fuera de la burbuja,
ahora cuesta.
Ya no es rosado, no es morado.
Es nada, color nada. 
Era un océano lleno de perlas.
Me ahogo, me ahogo y me ahogo.

Recuerdo hace un año estar pidiendo fuerzas,
¿a quién le pedía fuerzas?
Solo las pedía, sin saber a quién.
Lo siento, soy demasiado humano.
Me ahogo, me ahogo y me ahogo.

La canción que escucho,
antes la cantaba a oscuras,
imaginándome a mí misma cantarla en público.
Por ese entonces tenía voz, quería cantarla.
Hermosa, oscura. Se adecuaba perfectamente.
Ahora ya ni la puedo cantar, solo me ahogo en ella.
Me ahogo, me ahogo y me ahogo.

La sala blanca es la arcadia que nunca llegará.
Me ahogo, me ahogo y me ahogo.

Quiero que se coma mi corazón sin que sea suyo.
Un día, solo por un día.
Y luego darme el plaser de jugar a las ezcondidas.

PD: Esto no es poesía. Tampoco ha intentado serlo.

lunes, 4 de junio de 2012

Entre el ruido y el silencio

¿Puedes grabar el silencio?

"Hoy". Eso fue lo que escribí en uno de esos momentos que miré hacia abajo y prendí el iPod para abrir el programa de Notas. Miraba como chicas corrían de un lado a otro, se miraban mal y estaban ensimismadas en lo que hacían pasándose una pelota. Gritaban todos y simplemente los observaba inmutada. Pensaba cómo podían sacar tanta adrenalina y energía acumulada, verse tan felices y a la vez tan estúpidos para algunos. Hay distintas maneras de demostrar las emociones, pensaba. Esta es una, y otros, tenemos distintas maneras. Definitivamente ver un partido de fútbol no era algo que me lo tome muy a pecho. Bajé la mirada nuevamente. "Hoy".

Miré al costado, él estaba ahí mirando atentamente. Y pensar que hace unos meses visitaba el Centro Cultural España periódicamente, y ahora me encontraba aquí, viendo un partido, en vez de estar en mi clase de Realidad Social Peruana. No me arrepentía, pero simplemente era algo que nunca me imaginé hacer, por pura iniciativa mía o curiosidad. Vi el tiempo, faltaba poco para que terminara el primer tiempo, ¿podría yo aguantar estar 180 minutos en un partido de fútbol profesional? Siempre tuve la curiosidad de ir, y no porque me gustara el fútbol, simplemente porque soy así, una observadora, y eso, aunque no parezca, me entretiene. Me gusta observar lo que sucede a mi alrededor, las reacciones de los demás, sin que ellos se imaginen que hay un intruso en su mundo, que simplemente esta ahí, observando.

El ruido era algo sofocante, no lo negaré. Era tanto el ruido, que yo estaba en un silencio personal increíble. Cuanto más ruido, más silencio hay en mí. Y cuando uno se encuentra en ese estado de silencio personal, cuasi religioso, puedes alcanzar un nivel de reflexión algo bizarro.  Eso de emitir ruidos y cantar, pensaba, es como un virus. Es contagioso, la adrenalina, la alegría, la algarabía, la emoción. Pero hay unos cuantos -siempre los hay- que son (somos) inmunes. Por supuesto, depende del contexto.

Mientras andaba perdida viendo como jugaban, se me pasaron tantas cosas por la cabeza. Escribir un artículo de fútbol en algún momento si es que llego a ser periodista. Hacer una crónica gonzo como barrista o como jugadora. Como me encanta ver las maneras de sumergirme en mundos ajenos al mío. Siempre lo hago cuando observo hechos o actitudes que son tan distantes a mí. Simple curiosidad, así se empieza. Bajé la mirada, escribo una frase más en la nota: "Escribir".

¿Cuántos más en esta sala estarán pensando cosas tan banales como plantas trepadoras? Mire al costado, él estaba bastante atento, pero se notaba fastidiado por el ruido. Se inclinaba hacia la derecha parándose sigilosamente para poder observar mejor cada vez que intentaban meter la pelota en el arco. El otro chico que se encontraba a mi izquierda también observaba bastante atento. Las chicas que jugaban se veían algo salvajes, llenas de sudor, y mis ojos trataban de escanear lo que pasaba por su cerebro como rayos X: no veía nada. Cuando veía persona jugando fútbol, no sé por qué me parecía que en esos momentos el cerebro estaba vacío, totalmente enfocado en el presente. Sería cosa de experimentarlo para ver si mi hipótesis es correcta. Los que hacían bulla, algunos ni veían el partido y gritaban mirándose entre ellos. ¿Interés? No creo.

De nuevo los pensamientos existencialistas presentes. Nunca me imaginé que estaría allí, sentada, tan desencajada. Me sentía más desadaptada por los demás que por mí misma, como si todo ese grupo de gente no me aceptara y yo esté ahí de turista. ¡Eso! Soy una turista. No me importaba no encajar, no me importaba que no me aceptara la bulla, el partido, los que gritaban, el tiempo, mi enamorado, el chico de mi izquierda. Yo era la intrusa, y la verdad creo que me gusta serlo. Yo era la intrusa porque no mostraba el mismo interés que el resto, y podía tener muchas interpretaciones. No mostraba el mismo interés, era un interés diferente.

No me quería ir, me gustaba estar ahí perdida, expulsada de ese ambiente.

-Si no tienes interés, al menos fíngelo.- me dijo. Esa frase retumbó una y otra vez en mi cabeza. Era como la escena de The Fight Club, donde el "narrador" (para algunos, Jack) le decía a Marla que se vaya de las charlas de rehabilitación. Solo que esta vez Jack sí era un enfermo y no un turista como Marla.

De acuerdo, mi presencia desadaptada puede joder un poco. A mí me jode que les joda. Yo solo quiero ser invisible. Pretendan no verme, al menos eso es lo que yo intento. ¿Tendré que aprender a fingir para ser  una turista? No me gustan las mentiras...